martes, 13 de septiembre de 2011

LOS INROCKUPTIBLES XIII: RUIDOSA INOCENCIA

En la historia de la música rock, el ruido ha sido tradicionalmente un instrumento más para muchos de los grupos que han transitado por este género de la música popular. El buen aficionado al rock guarda en su recuerdo los ecos metálicos de los primeros discos de los Rolling Stones, las distorsiones infinitas de The Velvet Underground o las transgresiones sonoras de grupos como The Stooges o Sonic Youth, entre muchos otros. The Jesus and Mary Chain son hijos adoptivos de todos ellos, y de muchos otros mitos de la música rock. Los hermanos Jim y William Reid, oriundos de la ciudad escocesa de Glasgow, formaron el grupo en 1984, y tras un par de singles con cierto éxito local, en 1985 publicaron su primer álbum: el certero, apocalíptico y tremendo Psychocandy.

El disco es una especie de enciclopedia del rock bajo tratamiento de shock maximalista. Un turbio y agresivo barniz de distorsión y reverberaciones metalizadas esconde en su interior un apasionante viaje en el tiempo en el que Phil Spector, los Beach Boys, Lou Reed y los Ramones, entre otros, son actores principales de la obra. Una obra desmesurada, chirriante y no apta para principiantes, pero absolutamente imprescindible para el que desde el conocimiento previo pretenda reencontrarse con un género que todavía en aquellos años se encontraba en constante evolución. Psychocandy es en realidad una ecuación muy sencilla. Tómense unos cuantos gramos de pop psicodélico e himnos surfistas, añádanse unas gotas de brutalidad primaria en forma de guitarras cortantes y percusión desquiciada, agítese bien durante unos segundos, y sírvase bien frío acompañado de capas y capas de distorsión, ecos y reverberaciones superpuestas que no maquillan, sino que realzan, los ingredientes básicos de la fórmula.

Epatante, efectista, provocador y no obstante no carente de épica y lirismo, el sonido de The Jesus and Mary Chain abruma, estremece, y finalmente enamora en su clara intención de servir de resumen de toda una época y de una música que marcó a varias generaciones. Bañado en intuición, Psychocandy es una muestra de que el estrépito y el desorden aparente no está reñido con la inventiva. Canciones tan redondas como Just Like Honey, Never Understand o Taste Of Cindy figuraríann por derecho propio en cualquier antología de la música rock que se preciara de puntillosa.
Luego está también la actitud, una de las claves del éxito de los hermanos Reid. Convencidos de sus virtudes y de la capacidad de enganche de su música, The Jesus and Mary Chain solían tocar en directo de espaldas al público, y no eran infrecuentes sus peleas con el público o la cancelación de sus conciertos apenas unos minutos después de haberse iniciado. En realidad, su comportamiento era auténticamente punk, una especie de nihilismo creativo combinado con exhibicionismo y cierta vena autodestructiva. Hastío existencial, vidas quemadas a la velocidad del sonido, y conflictos internos estallando en cada nota y cada compás de sus canciones completan el cuadro patológico de una banda singular, única e irrepetible.

El impacto emocional de Psychocandy fue tan brutal en su momento que la evolución mostrada en sus siguientes discos, Darklands y Automatic, pasó casi desapercibida. Y eso que, sin dejar de ser fieles a sus principios musicales, mostraban que eran una banda que podía dar mucho más de sí con el paso de los años. No obstante, su álbum de debut actuó de alguna manera como una barrera en su trayectoria. Era tan desaforado, tan apocalíptico y tan singular, que nada de lo que hicieron después pareció alcanzar la misma magnitud. Una auténtica lástima, porque escuchado años después, Psychocandy muestra que, bien por miopía o bien por malña suerte, el rock perdió muy pronto a una de las bandas que más hicieron en los ochenta por ponerlo al día. No desaproveches la oportunidad de descubrirlo si no lo conoces, y sumérjete en un apasionante viaje al triunfo del ruido y de la catarsis, de la emoción y de las sensaciones sin límite. Adelante.