lunes, 19 de enero de 2009

MUJERES Y ROCK


Parece que poco a poco, a base de sangre, sudor y lágrimas en muchos casos, las mujeres van abriéndose paso y ocupando un lugar importante, cuando no decisivo, en muchas facetas de la vida política, social, cultural, etc. Ojo, no estoy diciendo que asistamos a una plena normalización del papel de la mujer en el ámbito público, y ni siquiera en el privado. Se ha avanzado, sí, pero todavía quedan zonas de penumbra, territorios vedados, prácticas abusivas, y todo un catálogo de acosos, conmiseraciones, falsos caballerismos y paternalismos rampantes que siguen obstaculizando el pleno acceso de las mujeres a las tareas y funciones que, como individuos, pueden ser capaces de realizar (es decir, cualquiera). En el campo artístico ocurre tres cuartos de lo mismo. Las mujeres ya no se contentan con servir de modelo, inspiración o musa. Hoy son pintoras, escultoras, directoras de cine, guionistas, realizadoras de televisión, propietarias de teatros y compañías de baile, escritoras y editoras de éxito...y músicas.

Lo cierto es que demasiado a menudo el rock ha estado asociado a la masculinidad más casposa y predecible. Símbolos fálicos como la guitarra o el micrófono, rituales de sudor y fuerza bruta, lemas como el célebre "sexo, drogas y rock'n'roll", y oscuras historias que se cuentan entre bastidores acerca de groupies, novias, fans, modelos, etc, han contribuido a transmitir una imagen acusadamente machista y trasnochada de la fauna habitual del circo del rock. Cuando se habla de música rock, muchas veces la primera imagen que nos viene a la cabeza es la de un cantante de gran éxito o la de un dios de la guitarra. Y sin embargo la nómina de mujeres que han tenido éxito y han resultado importantes en grado sumo para el desarrollo y la evolución del rock no es escasa. Las hay a docenas. Ahí están nombres como los de Patti Smith, Janis Joplin, Tina Turner, Julie Driscoll, Annie Lenox, Debbie Harry, Madonna, P. J. Harvey, Chrissie Hynde, Nico, Courtney Love, Björk, y muchas más. Ahora mismo, sin ir más lejos, seguro que es Amy Winhouse la cantante que más regueros de tinta hace correr, incluida su voz y su música.

No obstante, el terreno donde más claro puede verse el proceso de normalización en la incorporación de las mujeres a la música rock, mucho más allá de las solistas puntuales, de las líderes de grupos, de los grupos exclusivamente femeninos, es el de las bandas formadas indistintamente por hombres y mujeres, sobre todo aquellas en que los roles y funciones no están asignados en función del género o el sexo sino de las capacidades individuales, siempre personales e intransferibles (Pixies, Hole, Sonic Youth, Dover, etc.).

En todo caso, en mi opinión no se puede hablar tampoco de rock femenino; eso sería lo mismo que aseverar que existe un rock masculino, un rock homosexual, un rock bisexual, un... No, sólo existe rock bien o mal hecho, y si me apuras, únicamente rock que a uno le gusta o que no le gusta. Y punto.

El proceso de normalización existe, pero es aún imperfecto, parcial y más bien lento. Como ocurre en otras facetas de la vida artística, cultural o social, en demasiadas ocasiones una barrera de incomprensión separa a los hombres de las mujeres, incluidos los de mejor voluntad. No se trata de que las mujeres copien a los hombres ni imiten al cien por cien sus comportamientos. Tampoco se trata de establecer un universo radicalmente separado en el que sólo se admiten mujeres y se las compara entre ellas. No, se trata de habitar todos un mundo intermedio en el cual el sexo y el género dejen de tener importancia a la hora de acceder a una determinada profesión o forma de vida, y de juzgar las obras que cada uno y cada una sea capaz de realizar. Nada más. Pero nada menos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario