miércoles, 25 de marzo de 2009

EL SIGLO QUE ACABÓ HACE TREINTA AÑOS


Repasando el blog me detuve un momento en la entrada sobre "Música y radio", que terminaba con un fragmento de la letra de un tema de los Ramones, Do You Remember Rock'n'Roll Radio?, y se me ocurrió que tenía que hacer una entrada hablando de ese disco y de esa banda (un apunte: si alguien tiene el disco y mira la portada un momento, que recuerde que de los cuatro "hermanos" tres ya están muertos). Por otra parte, mientras urgaba en el archivo de mi memoria también en la cuenta de que hay discos cuya concepción y gestación suponen en sí mismas todo un acontecimiento.Y End Of The Century es uno de esos casos, un trabajo que enfrentaba dos concepciones casi antagónicas de trabajar pero cuyo resultado final mereció todos los esfuerzos y sudores generados durante su grabación.

Formados en 1974, los neoyorquinos Ramones fueron durante seis años los adalides del rock más primario y efervescente del momento. Sus pequeñas píldoras energéticas tomaban la forma de microcanciones de dos minutos de duración construidas con unos pocos acordes de guitarra, una voz airada y unos estribillos memorables, todo ello interpretado a la velocidad del sonido. Pero en 1980 la banda decide que ha llegado la hora de añadir algunos matices a su música y contrata para producir su siguiente disco a uno de sus ídolos de juventud: el gran Phil Spector, el inventor del mítico wall of sound de sus producciones de los años sesenta, y un auténtico mito de los estudios de grabación que en aquellos momentos tenía más de veinte números uno en su palmarés.

Hasta ese momento, la disciplina de andar por casa impuesta por Tommy Ramone, batería y productor del grupo, configuraba lo que era el concepto Ramone: una familia feliz en la que nadie discute jamás y todos componen una escena de chicos buenos sentados alrededor de una mesa tomando latas y más latas de cerveza. Según declaraciones de Johnny Ramone, guitarrista de la banda, estuvieron de acuerdo en que Phil Spector fuera el productor porque necesitaban tener mas aceptación del publico y su trabajo siempre les había maravillado. Pero no se imaginaban que la grabación del álbum terminara siendo tan problemática y truculenta, y finalmente se convirtiera en una auténtica leyenda, en uno de esos discos cuyo proceso de gestación por sí sólo ya lo define como un clásico sin discusión.

End of the Century (o más bien su grabación) es recordado de una manera poco placentera por los propios Ramones, ya que Phil Spector les hacia repetir cientos de veces una canción y los volvía locos con sus obsesiones. Además, los Ramones eran una banda que hasta entonces grababan sus discos muy rápido. Según una historia contada por el bajista Dee Dee Ramone, Spector los tuvo amenazados con una pistola, encerrados dentro del estudio de grabación, para que terminaran de grabar los temas del disco. Maníaco de la perfección, Spector era un verdadero tirano que estaba decidido a hacer entrar en vereda a aquellos cuatro gamberros que mascaba chicle y apenas sabían dar más de cuatro acordes seguidos.

No obstante valió la pena el sacrificio que hizo la banda y es indudable que el álbum tiene un sonido impresionante. Esta lleno de rock furibundo marca de la casa y aporta clásicos como Chinese Rocks o el mismo Do You Remember Rock'n'roll Radio?, una versión del Baby, I love You de las Ronettes que eligió Phil Spector, en donde la voz de Joey Ramone suena de maravilla, y temas de gancho indiscutible como I Can't Make It On Time y All the Way, aunque el gran clásico de este disco sería Rock n' Roll Highschool.

Con End Of The Century, Ramones adquirieron también un respeto entre la crítica que anteriormente no poseían. A partir de su publicación, la banda pasó a ser considerada como adelantada a su tiempo, inteligente, ecléctica, y mil epítetos más. El calvario de la grabación acabó valiendo la pena, pues End Of The Century terminó convirtiéndose en un clásico, en una obra en que colisionan dos maneras contrapuestas de entender la música popular, pero ambas perfectamente válidas: el genio de un melómano perfeccionista hasta el más obsesivo detalle, y la efervescencia de una banda de rock puro y duro en estado de gracia. En mi opinión, la última gran obra de los Ramones (de quienes, por cierto, recomiendo encarecidamente a todo aquel que disfrute con el rock desenfrenado y escueto el inceíble directo It's Alive), y seguramente también de Spector. Irrepetible, definitorio, premonitorio también... End Of The Century, uno de esos discos para llevarte hasta el fin del mundo.

lunes, 23 de marzo de 2009

CUENTOS DEL CIELO DEL ROCK AND ROLL (VIII)


Fillmore East, Nueva York, marzo de 1971. El legendario auditorio neoyorquino está listo para vivir otra noche memorable, de esas que se recuerden décadas después. Durante dos noches, las del 13 y el 14 de marzo, actúan los Allman Brothers Band, y con esto queda ya casi todo dicho.

La Allman Brothers Band fue durante la primera mitad de los años setenta el epítome de la música americana. Crisol de rock, blues y jazz, junto con unas gotitas de country, la banda de los hermanos Duane y Gregg Allman integraban todos estos géneros musicales además de músicos blancos y negros en su formación. Banda de directo por excelencia, sus conciertos suponían toda una experiencia de catarsis instrumental que en el álbum en directo Live At Fillmore East tuvo un memorable documento que captura y certifica una época, una cierta música, y un cierto momento que no pueden ser declarados otra cosa que (casi) perfectos.

Tótem de la música en directo de los años setenta, referencia insoslayable de cualquier selección de pesos pesados del rock, Live At Fillmore East presenta la formación original de la banda, con las guitarras afiladas y juguetonas de Duane Allman y Dicky Bets, el órgano sensual de Gregg Allman, el bajo lleno de inventiva de Berry Oakley y las baterías llenas de energía pero también de detalles de Butch Trucks y Jai Jai Johanson. Una de las más innovadoras y cautivadoras bandas del rock de los setenta.

Pocos discos dejan una huella histórica tan clara y precisa. Así se puede describir un disco en que cada nota, cada canción, denota una fuerza desmedida y que juntas forman un clásico entre los clásicos. Un clásico formado sólo por siete canciones que los Allman estiran y estiran en medio de turbulentas improvisaciones y torrentes de sonido eléctrico. Un concierto que se inicia con la torrencial Statesboro Blues y termina con la monumental Whipping post no puede menos que ser magnífico. Sobre todo si en medio de estos temas se intercalan odiseas sonoras como las del clásico Stormy Monday, el caliente Hot ‘Lanta o la impresionante In Memory Of Elizabeth Reed, un verdadero compendio de todas las virtudes, y eran muchas, que atesoraba la música de los Allman Brothers Band. Orgásmica, torrencial, deslumbrante… la música de los Allman Brothers era, sobre todo, espectacular. Tanto en su concepción como, por supuesto, en su ejecución. La precisión y el virtuosismo se alían a la perfección con el sentimiento y las raíces, y también con los largos e improvisados desarrollos instrumentales de una banda que marcó toda una época.

Desgraciadamente, Duane Allman moriría pocos meses después en un accidente de motocicleta, abortando una de las carreras más prometedoras y fugaces de la historia del rock. Y un año más tarde, Berry Oakley, el bajista del grupo, perdía también la vida en un accidente muy similar producido a apenas tres manzanas de distancia del sufrido por su compañero. La desgracia se cebó en los Allman Brothers Band, que no obstante continuaron una exitosa trayectoria que les mantuvo durante los años setenta como uno de los grupos de rock americano de referencia.

lunes, 16 de marzo de 2009

LA TRISTEZA INFINITA


Mañana día 17 de marzo Billy Corgan, el indiscutible líder de los Smashing Pumpkins, cumple 42 (cuarenta y dos) años. ¡Ah, qué rápido pasa el tiempo! Todavía recuerdo el día en que fui a comprarme corriendo su álbum Siamese Dreams en 1993 (¡y en vinilo!) y descubrí a una banda de nervio templado y arrogante creatividad en mi opinión clave para comprender la evolución del rock de los años noventa y de los primeros compases del nuevo siglo. Aunque para mi gusto fue su siguiente álbum, Mellon Collie And The Infinite Sadness, el que mostró en todo su esplendor el amplio abanico de propuestas de Corgan y los suyos.

Mastodóntico, apocalíptico, polifónico, ecléctico, excesivo... Todo esto y más aún puede (debe) decirse de Mellon Collie and the Infinite Sadness, tan largo (más de dos horas de duración) y sugerente como su mismo título. Billy Corgan, líder y geniecillo indiscutible de los Pumpkins, supo dar rienda suelta a su talento creativo y, desmelenándose, fue capaz de parir no una secuela, sino una extensión, corregida y aumentada, de Siamese Dream, su anterior trabajo.

En estado de gracia compositivo, más versátil que nunca, aplacado emocionalmente, Corgan rompió aguas definitivamente con este monstruo jurásico envuelto en sueños del país de las maravillas. Bien secundado por el resto de la banda, el guitarrista James Iha, el batería Jimmy Chamberlin y la bajista D´Arcy, y apoyado en una sólida producción de Flood, Alan Moulder y el propio Corgan, el bueno de Billy fue capaz de plasmar a su conveniencia su habitual catálogo de pesadillas infantiles, recuerdos distorsionados y paranoias psicodélicas.

Y eso es en realidad Mellon Collie..., un compendio de todos los palos que Smashing Pumpkins pueden tocar: melodías cálidas y juguetonas (Take Me Down, Lily, Farewell And Goodnight), canciones de grunge pop altamente contagiosas (Tonight Tonight, Cupid De Locke, We Only Come Out At Night), composiciones nervudas y devastadoras (Jellybelly, Bodies, Tales Of A Scorched Earth), y hasta pequeños y deliciosos experimentos lisérgicos como Porcellina Of The Vast Oceans. Rico, variado y bellamente empaquetado. Mellon Collie And The Infinite Sadness: el más completo trabajo de Smashing Pumpkins; imprescindible para los que todavía apostábamos por el rock bien hecho cinco años antes del cambio de milenio.

Feliciddades, Billy.

viernes, 13 de marzo de 2009

MÚSICA Y RADIO


Música y radio. Un matrimonio duradero e irreversible, una poderosa combinación de medios, una comunión de intereses y sentimientos descrita perfectamente por el cantante y compositor Lou Reed, hace ya muchos años (1969), en su canción Rock and Roll:

Jenny decía que cuando tenía sólo cinco años
nunca ocurría nada.
Cada vez que ponía la radio nunca ocurría nada.
Pero una mañana puso una emisora de Nueva York
Y no podía creer lo que escuchaba
Comenzó a bailar esa buena música
Su vida fue salvada por el Rock 'n' Roll

La música siempre ha estado asociada a la radio. De hecho, buena parte de la función de entretenimiento que la radio ha realizado en sus más de cien años de existencia ha sido ejercer de “caja de música”. Durante décadas, y aún hoy, la radio llenó las necesidades de millones de personas. Proporcionaba música para reanimar sus espíritus caídos, cómicos que les divertían y noticias dramáticas que les distraían de sus problemas personales.

La relación entre música y radio es tan estrecha que difícilmente podríamos hacernos una idea de cómo sería el medio sin la existencia de este componente del lenguaje radiofónico. En los informativos, en los espacios deportivos, en las tertulias, en los anuncios..., siempre hay un lugar para la música, como también lo hay, obviamente, en aquellas emisoras que basan en esta materia prima, la música, toda su programación. La historia de algunos géneros musicales, como el rock and roll o el hip hop, está directamente ligada a las emisoras de radio, que lo dieron a conocer y que propiciaron su expansión, primero por los Estados Unidos, y luego por todo el mundo.

Desde sus orígenes, la música ha sido un componente esencial de las programaciones radiofónicas. En sus inicios, en la radio sonaban orquestas que actuaban en directo, y más adelante también solistas y grupos vocales. Con la aparición de soportes musicales como el vinilo y el CD, la radio se convirtió en una fonoteca mundial dedicada a difundir y promocionar los grandes éxitos musicales de cada época, sobre todo a raíz de la aparición de la Frecuencia Modulada, la FM, que proporcionaba más calidad a las emisiones musicales.

Por lo que hace referencia a España, en 1965, el Ministerio de Información y Turismo aprobó un decreto dónde se instaba a las emisoras de Onda Media a fundar una nueva emisión en la recién creada FM. Debido a los altos costes que suponía crear una nueva programación, las emisoras, aprovechando también la mejora en calidad que ofrecía FM, se dedicaron a realizar una programación totalmente musical consistente, en un principio, en música clásica. En 1966 la dirección de la Cadena SER le pide a uno de sus locutores que diseñara un programa musical orientado a la gente joven. Es así como la SER crea Los 40 Principales y decide trasladar la idea del "Top 40" norteamericano a España confeccionando la primera lista con las 40 canciones que más gustaban. Este formato se creó en Estados Unidos en los años 50 como respuesta a la masa de audiencia que estaba perdiendo la radio en favor de la televisión. En Norteamérica, el 12 de noviembre de 1955, Billboard publicó el Top 100 por primera vez.

La llegada de los discos sencillos, los singles, produjo un gran impacto en la cultura popular. Durante los primeros años del Hot 100, los sencillos fueron la manera de guiar a las personas sobre la música de los Estados Unidos, una situación que tuvo su punto culminante con la aparición del rock and roll y los singles de Elvis Presley, y que continuó siendo la predominante en los años 60 y setenta. El reinado de los álbumes en los setenta y los ochenta, y la posterior aparición de los CD’s y de los formatos digitales han hecho variar considerablemente esta fórmula.

Discjockeys como Alan Freed, Waxie Maxie, Hunter Hancock o Porky Chedwick en Norteamérica, y Joaquín Luqui, Arribas Castro o Rafael Revert en nuestro país se convirtieron en pioneros de la potenciación de la radio como vehículo para escuchar música. Ya no se trataba de utilizarla para realzar un pasaje o ambientar un determinado contenido; alcanzó la mayoría de edad y se hizo principal protagonista de toda una manera de entender la radio.

Música y radio. Radio y música. Un binomio indisociable que el grupo Ramones inmortalizó en otra canción memorable de 1979 cuyo título lo dice todo: Do You Remember Rock And Roll Radio? ¿Te acuerdas del rock and roll en la radio?

Es el final de la década de los setenta
Es el final del siglo
¿Te acuerdas de estar tumbado en la cama,
Con las cubiertas de tus discos tapándote la cabeza?
Necesitamos cambiar, lo necesitamos rápido
Antes de que el rock sea sólo parte del pasado
Porque últimamente todos los sonidos que oigo me parecen los mismos.

martes, 10 de marzo de 2009

CUANDO TODO EMPEZÓ (VI)


La fiebre del rock se extendió por todo el mundo como un incendio en una pradera reseca. Muy pronto comenzaron a existir diversos subgéneros que otorgaban al primitivo rock´n´roll la categoría de tronco fundamental de la música del siglo XX. Así nacieron el twist (híbrido de rock y r&b rítmicamente acelerado popularizado por Chuby Checker y que dio lugar a otros subestilos como el limbo rock o el madison), el doo-woop (pseudogénero caracterizado por las armonías de los grupos vocales negros), el rockabilly (influido por ritmos negros e impulsado por intérpretes de country, uno de los géneros más salvajes del rock´n´roll), o el skiffle (un puente entre el rock y el beat surgido en Gran Bretaña de asombrosa sencillez impulsado por Lonnie Donegan y su Rock Island Line). Posteriormente, el rock continuó evolucionando sin cesar hasta dar cabida a toda la miríada de géneros y estilos que hoy conocemos bajo el manto del rock.

De igual manera, el rock´n´roll traspasó rápidamente las fronteras de Estados Unidos y viajó hasta Europa para popularizarse en el Viejo Continente. De Gran Bretaña surgieron figuras y figurines como Del Shanon, Billy Fury, Gene Pitney, el propio Lonnie Donegan, Cliff Richard, The Shadows o Tommy Steele. En Francia triunfaron Johnny Hallyday, Eddie Mitchell o Chausettes Noires. De Italia emergieron Adriano Celentano o Little Tony. Incluso en lugares tan improbables como México arraigó el nuevo ritmo y nacieron bandas como los Teen Tops comandados por Enrique Guzmán.

¿Y en España? Sí, hombre, que aquí también hubo rock´n´roll. Y del bueno, a veces. En pleno desarrollismo del Opus Dei y antes de la Ley de Prensa de Fraga Iribarne, en nuestro carpetovetónico estado aparecieron artistas como Miguel Ríos (por entonces conocido como Mike Ríos) o Bruno Lomas, y, sobre todo, grupos como Pekenikes, Estudiantes, Brincos, Mustang, Sírex o Llopis. Todo muy pintoresco y tal, pero ya se sabe que en aquellos tiempos las cosas estaban difíciles y uno no podía salir a cantar en televisión algo como Hound Dog o Sweet Little Sixteen mientras se convulsionaba espasmódicamente y removía las caderas con singular y cadencioso frenesí. Laura Valenzuela, Joaquín Prats, José Luis Barcelona y Escala en Hi-Fi no lo hubieran permitido.

Todo eran simples emulaciones, por supuesto. El auténtico espíritu del rock´n´roll era cosa de los norteamericanos (no olvidemos las raíces blues y country), y en Europa apenas se fotocopiaban los éxitos USA mientras se esperaba una gran estrella del rock que nunca llegó (hasta que irrumpieron los Beatles en escena, pero eso ya es otra historia). Con todo, tenía su gracia; el Plan Marshall hecho música. Y aún seguimos así.

Continuará.

martes, 3 de marzo de 2009

VIDA TRANQUILA EN JAPÓN


1979 fue un gran año para la música pop. Las transiciones entre décadas suelen períodos fructíferos en este sentido, y la producción discográfica de hace treinta años se atuvo a esta regla no escrita. Y uno de esos discos que ayudaron a que aquel año merezca ser especialmente recordado es Quiet Life, el tercer álbum de los británicos Japan, una de las bandas emblemáticas del post punk y la new wawe de finales de los años setenta.

La historia de Japan es una más entre los cientos de historias de grupos que, no se sabe muy bien porqué, nunca tuvieron el éxito o el reconocimiento que merecían. Relativamente conocidos en su día, nadie sabía muy bien bajo qué etiqueta catalogarlos. Singulares, dueños de un universo musical propio con claves muy personales, Japan siempre vivieron al margen de modas y corrientes musicales, empeñados siempre en proteger su individualidad. Formados en la segunda mitad de los años setenta, Japan irrumpe en el mercado discográfico mediante discos como Adolescent Sex y Obscure Alternatives, trabajos sugerentes y musculosos teñidos de referencias al glam rock, tanto en lo musical como en su imagen, lo que en la Gran Bretaña inmersa en la revolución del punk rock les hizo pasar bastante desapercibidos. Tuvieron que esperar a 1979 para que su música se transformara y el público comenzara a prestarles cierta atención.

Lo consiguieron con Quiet Life, su tercer álbum. Un trabajo que suponía un importante giro estilístico en su música, a partir de este momento dominada por la presencia y el peso de los teclados, que junto a la voz profunda y bien matizada de David Sylvian y el saxofón de Mick Karn, se convierten en las señas identificativas por antonomasia del grupo. Quiet Life consigue fusionar dos elementos esenciales que con el tiempo constituirán la fórmula mágica para que cualquier banda de los años ochenta pueda triunfar. Por un lado, el uso masivo aunque inteligente de los nuevos instrumentos electrónicos, junto a la utilización de aspectos y ropajes sofisticados y elegantes, cuando no directamente ambiguos. Japan supieron adelantarse, por tanto, al advenimiento del tecno pop y a la efímera gloria cosechada por los grupos del movimiento denominados Nuevos Románticos.

Musicalmente, Quiet Life es un disco reposado y aparentemente tranquilo que no obstante contiene innumerables matices y detalles. Los climas envolventes predominan en el álbum, aunque sin desentenderse de la parte rítmica. Los arabescos del bajo, el colchón de sonido proporcionado por los teclados, los detalles aportados por saxo y guitarra, y la inconfundible y abisal voz de David Sylvian otorgan a esta obra un atractivo, una magia, que no sucumbe con el paso de los años. Quiet Life es como el disco grabado por unos alienígenas pálidos y distantes en apariencia, pero cuyas notas y acordes rebosan sensualidad, misterio y amaneramiento. De repente, su música deja de lado las referencias al pasado y apuesta claramente por el futuro de la mano de temas rotundos y redondos como el propio Quiet Life, Fall In Love With Me o In Vogue, composiciones de ritmo poderoso y barniz tecnológico que no obstante nunca pierden de vista su origen humano.

Pero el disco es, además, sumamente versátil. Despair, por ejemplo, es un espléndido homenaje al músico minimalista contemporáneo Eric Satie, mientras que All Tomorrow’s Parties es una encomiable y acertada versión del clásico de Lou Reed y la Velvet Underground. Aunque quizá el momento más álgido del disco sea la canción que lo cierra: The Other Side Of Life, una composición serpentina, melodramática, épica incluso. Un resumen de la sensibilidad, la maestría y la capacidad de sugestión que su música era capaz de provocar.

Tras Quiet Life, Japan todavía publicó un par de discos (Talking Drum, Gentlemen Take Polaroids) antes de desaparecer para que sus miembros comenzaran una lenta diáspora. Ignorados, mal encasillados e incomprendidos, se disolvieron no sin antes abrir muchas puertas que más tarde otras bandas atravesaron con éxito. No es nada nuevo en el mundo del rock. Pasó, pasa y seguirá pasando. Sin embargo, por fortuna nos sigue quedando la música. En este caso, la de Quiet Life, una música sinuosa, que se pega a la piel y a los sentidos. Una música propia, independiente, orgullosa en su singularidad.