miércoles, 2 de noviembre de 2011

LOS INROCKUPTIBLES XIV: EL LADO OSCURO DE LA BELLEZA


La belleza también puede tener su lado oscuro e inhumano. Y por otra parte, la soledad, la depresión y el desamor pueden ser susceptibles de proporcionar placeres que, no por inconfesables, son menos ciertos. Entre ambas propuestas, ni mucho menos tan contradictorias como podría parecer, se ubica este álbum de Portishead, sin duda uno de los trabajos más impresionantes publicados en 1994. Al rebufo del éxito obtenido por Massive Attack, otros grupos de la ciudad de Bristol tuvieron su oportunidad de ser escuchados con atención. Entre ellos destacaba poderosamente Portishead, un grupo compuesto por el teclista y programador Geoff Barrow y la sublime vocalista Beth Gibbons, aunque también cuentan con la inestimable ayuda de músicos como el percusionista Clive Deamer, el teclista Gary Baldwin y el guitarrista/compositor Adrian Utley. Entre todos ellos publicaron Dummy, un álbum en el que lo bello y lo triste se besan apasionadamente a lo largo de diez temas sin desperdicio alguno. Portishead utilizan el pesimismo, la desolación y la desesperanza sentimental allí donde Massive Attack o Soul II Soul usan la atmósfera crepuscular y la elegancia formal.Y la verdad es que cuesta destacar algún tema por encima de los demás en este artilugio que bascula entre el soul, el jazz, el hip-hop y el lirismo de vanguardia y que ofrece un apasionante catálogo de emociones surrealistas teñidas de aguamarina.

Colaboradores de Neneh Cherry y remezcladores solicitadísimos por pesos pesados como Depeche Mode o Paul Weller, Portishead habían facturado hasta entonces algunos singles (Numb, Sour Times) y un cortometraje desasosegante (To Kill A Dead Man), en los que ya podían intuirse a la perfección los mimbres que caracterizan su música: dub magmático, electrónica de vanguardia, pasión por las bandas sonoras de películas, uso de instrumentos de teclado convencionales (órgano Hammond, piano eléctrico Rhodes), y una sonoridad de melancolía sólida que rezuma hiriente de canciones que no hay que escuchar en días especialmente deprimidos. Belleza sangrante, amargura imprescindible e irrealidad tangible; Portishead: nunca el desamor resultó tan bello e intrigante.

Mysterons, Sour Times, Roads, Glory Box...cualquiera de los temas de Dummy te atravesarán el corazón y los sentidos mientras luchas impotente por eludir su poder de seducción y sucumbes una y otra vez a sus irreales encantos. Su sonido crudo y mágico, parco e insondable, te hará vibrar, llorar o suspirar alternativamente. Pruébalo y quedarás total, completa y absolutamente subyugado, preso de la condena más deseable que puedas imaginar. Encadénate a Dummy; no añorarás la libertad.
Tanta belleza comprimida en un álbum de debut como Dummy les llevó a espaciar sus posteriores trabajos. Tres años tardaron en publicar su siguiente disco, titulado simplemente Portishead. Y otros dos años en editar el siguiente, un disco grabado en directo con orquesta incluida. Poco más desde entonces. Quizá el espectacular Dummy ha sido demasiado difícil de igualar, demasiado alto el listón que ha dejado en la memoria de los oyentes. No importa. Sigue siendo un disco imprescindible.

martes, 13 de septiembre de 2011

LOS INROCKUPTIBLES XIII: RUIDOSA INOCENCIA

En la historia de la música rock, el ruido ha sido tradicionalmente un instrumento más para muchos de los grupos que han transitado por este género de la música popular. El buen aficionado al rock guarda en su recuerdo los ecos metálicos de los primeros discos de los Rolling Stones, las distorsiones infinitas de The Velvet Underground o las transgresiones sonoras de grupos como The Stooges o Sonic Youth, entre muchos otros. The Jesus and Mary Chain son hijos adoptivos de todos ellos, y de muchos otros mitos de la música rock. Los hermanos Jim y William Reid, oriundos de la ciudad escocesa de Glasgow, formaron el grupo en 1984, y tras un par de singles con cierto éxito local, en 1985 publicaron su primer álbum: el certero, apocalíptico y tremendo Psychocandy.

El disco es una especie de enciclopedia del rock bajo tratamiento de shock maximalista. Un turbio y agresivo barniz de distorsión y reverberaciones metalizadas esconde en su interior un apasionante viaje en el tiempo en el que Phil Spector, los Beach Boys, Lou Reed y los Ramones, entre otros, son actores principales de la obra. Una obra desmesurada, chirriante y no apta para principiantes, pero absolutamente imprescindible para el que desde el conocimiento previo pretenda reencontrarse con un género que todavía en aquellos años se encontraba en constante evolución. Psychocandy es en realidad una ecuación muy sencilla. Tómense unos cuantos gramos de pop psicodélico e himnos surfistas, añádanse unas gotas de brutalidad primaria en forma de guitarras cortantes y percusión desquiciada, agítese bien durante unos segundos, y sírvase bien frío acompañado de capas y capas de distorsión, ecos y reverberaciones superpuestas que no maquillan, sino que realzan, los ingredientes básicos de la fórmula.

Epatante, efectista, provocador y no obstante no carente de épica y lirismo, el sonido de The Jesus and Mary Chain abruma, estremece, y finalmente enamora en su clara intención de servir de resumen de toda una época y de una música que marcó a varias generaciones. Bañado en intuición, Psychocandy es una muestra de que el estrépito y el desorden aparente no está reñido con la inventiva. Canciones tan redondas como Just Like Honey, Never Understand o Taste Of Cindy figuraríann por derecho propio en cualquier antología de la música rock que se preciara de puntillosa.
Luego está también la actitud, una de las claves del éxito de los hermanos Reid. Convencidos de sus virtudes y de la capacidad de enganche de su música, The Jesus and Mary Chain solían tocar en directo de espaldas al público, y no eran infrecuentes sus peleas con el público o la cancelación de sus conciertos apenas unos minutos después de haberse iniciado. En realidad, su comportamiento era auténticamente punk, una especie de nihilismo creativo combinado con exhibicionismo y cierta vena autodestructiva. Hastío existencial, vidas quemadas a la velocidad del sonido, y conflictos internos estallando en cada nota y cada compás de sus canciones completan el cuadro patológico de una banda singular, única e irrepetible.

El impacto emocional de Psychocandy fue tan brutal en su momento que la evolución mostrada en sus siguientes discos, Darklands y Automatic, pasó casi desapercibida. Y eso que, sin dejar de ser fieles a sus principios musicales, mostraban que eran una banda que podía dar mucho más de sí con el paso de los años. No obstante, su álbum de debut actuó de alguna manera como una barrera en su trayectoria. Era tan desaforado, tan apocalíptico y tan singular, que nada de lo que hicieron después pareció alcanzar la misma magnitud. Una auténtica lástima, porque escuchado años después, Psychocandy muestra que, bien por miopía o bien por malña suerte, el rock perdió muy pronto a una de las bandas que más hicieron en los ochenta por ponerlo al día. No desaproveches la oportunidad de descubrirlo si no lo conoces, y sumérjete en un apasionante viaje al triunfo del ruido y de la catarsis, de la emoción y de las sensaciones sin límite. Adelante.





martes, 9 de agosto de 2011

LOS INROCKUPTIBLES XII: PERMANECIENDO EN LA LUZ



Desde sus inicios, la música de Talking Heads contaba con el ritmo como una de sus principales herramientas compositivas. Esa querencia por el ritmo estuvo en un principio orientada hacia el punk y el pop poderoso, presidido por guitarras cortantes, voces airadas y letras filosóficas. Pero con la edición de su tercer álbum en 1979, Fear Of Music, ya quedó claro que los Talking Heads no iban a quedarse como mera referencia del punk con pretensiones artísticas. Lo suyo, como demostrarían apenas un año después, iba mucho más allá. En ese año que media entre Fear Of Music y la salida al mercado de Remain In Light, los Talking Heads, bajo el férreo liderazgo de su cantante y guitarrista David Byrne, descubren, entre otras cosas, la música africana. Y en esta música, como todos sabemos, es el ritmo el que todo lo puede, el origen y el final de todo. También obtienen la colaboración para su próximo proyecto de Brian Eno, ex componente de Roxy Music y uno de los productores más laureados de los últimos treinta años.
Así pues, Talking Heads se aprestan a elaborar uno de los primeros álbums en el que la palabra “mestizaje” cobra pleno sentido. La música africana, personalizada en ritmos y percusiones abruptos y omnipresentes, abraza la instrumentación pop y los ecos de funk que destila todo el disco hasta convertir su escucha en una auténtica experiencia orgiástica. De hecho, la polirritmia, la electrónica, los cruces de guitarras desenfrenadas y el análisis crítico de la sociedad y la política de aquellos años son los auténticos protagonistas del álbum. Un álbum en el que la labor de Brian Eno a los controles no desemboca tampoco en un sonido de tintes exóticos o tribales, sino en una auténtica mescolanza de estilos presidida por la inteligencia y la sensibilidad creativa. Incluso la estructura tradicional de las canciones pop está en este disco puesta en solfa. Las progresiones rítmicas y los crescendos dramáticos, la síntesis entre cuerpo y mente, son los más sonados hallazgos de esta obra. El binomio entre introspección y vitalidad es también protagonista destacado de Remain In Light, que se descubre ante el oyente como una interminable aunque satisfactoria carrera hacia delante.
En cuanto a temsa concretos, destacan poderosamente Once In A Lifetime y Houses In Motion, perfectos paradigmas de todo lo que ya hemos anunciado sobre este disco. Sin embargo, Remain In Light no se queda tampoco en un par de canciones memorables. Composiciones como Born Under Punches, Crosseyed And Painless o la apoteósica The Great Curve son verdaderos tesoros, futuribles hallazgos que más tarde descubrirían otras muchas bandas, y que incluso hoy en día el propio David Byrne explota convenientemente en sus trabajos en solitario. Desbordante de energía, arrollador en el cúmulo de nuevas propuestas que presenta, Remain In Light es además una obra de múltiples lecturas, de matices innumerables que se van descubriendo poco a poco conforme transcurren las escuchas.
Caos, exhuberancia, delirio, expresividad... Con su nutrida paleta de colores, Talking Heads dibujó todo un universo propio y personal que abría unas inmensas posibilidades a todo aquel que quisiera acercarse a descubrirlo. Y fueron muchos, obviamente, los que lo hicieron, subyugados por el placer de los hipnóticos ritmos y las irresistibles melodías que pueblan el disco. Un disco que tuvo continuidad en obras posteriores del grupo, aunque no adquirieran la relevancia capital de esta obra. Una obra pensada con la cabeza y ejecutada con el cuerpo y el alma. En definitiva, un resumen musical del mundo en que nos ha tocado vivir.

lunes, 6 de junio de 2011

LEONARD COHEN: PREMIO PARA EL POETA MALDITO



Esta semana se ha sabido que el cantautor canadiense Leonard Cohen ha sido galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2011. El jurado de tan ceremoniosas e institucionales distinciones ha fundamentado su veredicto en el hecho de que la obra de Cohen ha llegado a tres generaciones, “componiendo un imaginario sentimental donde poesía y música se funden” (qué bonito). También ha reseñado su concepción de la música como una “balada interminable” en una época de cambio decisivo a finales del siglo XX, y a principios del siglo XXI. Hombre, “interminable” no sé si será esa balada, pero que un premio tan rancio y lleno de estulticia y moho recaiga en Cohen no deja de tener su gracia. En First We Take Manhattan, la canción que abría el álbum I’m Your Man (1988), Cohen entonaba: “Me sentenciaron a veinte años de aburrimiento por intentar cambiar el sistema desde dentro”. Parece que tras la condena ha logrado reinsertarse socialmente, y ahora ha devenido acreedor de un premio dotado con 50.000 euros. En fin.


Con todo, hay que alegrase. No es habitual que alguien con el perfil del canadiense reciba un reconocimiento semejante de una institución semejante. Leonard Cohen, a punto de cumplir 77 años, no sólo ha sido un cantautor de sólida trayectoria a caballo entre el intimismo y la denuncia, sino también un notable poeta y escritor que desde los años sesenta ha sido el autor y retratista preferido de varias generaciones. Para Cohen, la música y la literatura han ido de la mano desde muy temprano, desde que descubrió que se encontraba a gusto situándose a medio camino del folk del primer Bob Dylan o Woody Guthrie, y las propuestas literarias del poeta Walt Whitman. Su obra, sobre todo la discográfica (de entre la literaria destacan obras como Juego favorito o Los hermosos vencidos), está repleta de referencias poéticas y sentimentales que prendieron en los corazones y las mentes de miles de seguidores a través de sus más de 40 años de carrera discográfica. Canciones como Suzanne, So Long Marianne, Hallellujah, Joan Of Arc, Famous Blue Raincoat o I’m Your Man, entre muchas otras, forman parte de la historia de la música popular ya para siempre. Su voz grave y arenosa, de innegable poder hipnótico, ha subyugado por igual a jóvenes y veteranos, hombres y mujeres, rebeldes y conservadores.


No es este el lugar para pormenorizar su biografía. Pero sí para recomendar, si no se le conoce, un álbum para acercarse al universo Cohen: I’m Your Man, definitivamente su obra maestra, un conjunto de arabescos pop que acarician las almas y los oídos por igual. “Imperdible”.

jueves, 2 de junio de 2011

BAUHAUS: LA BANDA SIN CIELO



Bauhaus fue la banda fundadora del género al que se denominó como rock gótico. El grupo, surgido de la evolución del punk tardío, supo desarrollar un sonido único y tremendamente personal, basado en el minimalismo, lo oscuro, lo tétrico, lo sobrenatural y lo grotesco. Todo ello mezclado con una estética oscura y depresiva que les hizo inconfundibles. La historia de Bauhaus es sorprendentemente breve para la influencia que ejercieron, y que hoy todavía perdura. Formados en 1978 y separados en 1983, la actividad generada por la banda y el peso de su influencia les convirtieron en un grupo que gozó, y todavía goza, de un culto impresionante. Su música, basada en un sonido sombrío y obsesivo, transmitía la misma sensación que un tren fantasma que circula sin conductor y cuyo pasaje está compuesto por vampiros y muertos vivientes.


Compuesta por el cantante Peter Murphy, el guitarrista Daniel Ash, el bajista David Jay y el batería Kevin Haskins, la banda dió lugar al rock gótico, género que crearon de la nada a base de interiorizar influencias como el glam rock, el punk, las referencias literarias y los clásicos del cine de terror en blanco y negro. El resultado fueron unas canciones que crecían en espirales hipnóticas entre húmedos bloques de piedra de una catedral gótica. Bauhaus siempre gustaron de bailar en habitaciones oscuras. Sorprendentes, epatantes y espectaculares, Bauhaus operaban con una exquisita mezcla de orgullo, depresión, luminosidad hiriente e impresionismo sonoro. Sus primeros discos eran auténticas ceremonias de aquelarres celebrados entre sombras, una turbadora vorágine de opresión casi mística que atrapaba y envolvía al oyente entre salmos lóbregos y visiones de pesadilla.


The Sky’s Gone Out fue su tercer álbum en estudio, y el que cosechó un mayor éxito comercial de toda su carrera, llegando a la cuarta posición en los charts británicos. Publicado en 1982, muestra a la banda en todo su esplendor místico y creativo y gozando de una madurez compositiva e interpretativa traducida en inteligente evolución. A su habitual estiló gótico y oscuro incorporan nuevas propuestas sonoras basadas en el tratamiento electrónico de los instrumentos, que les lleva a producir atmósferas más densas incluso que en anteriores trabajos. Desde el inicio del disco, con una demoledora versión del tema de Brian Eno Third Uncle, hasta la triste y depresiva despedida con el tema final, Exquisite Corpse, todo el álbum es un atormentado paseo por los abismos del alma humana, un fascinante recorrido por la locura, la enfermedad y la muerte, un apasionante viaje musical que refleja perfectamente la atormentada visión del rock que Bauhaus poseía.


Canciones como la inquietante Silent Hedges, con sus retorcidas visiones sobre el descenso a los infiernos, o All We Ever Wanted Was Everything, llena de desolación y pesimismo, nos traen a unos Bauhaus más reposados y cerebrales que de costumbre, aunque igualmente turbadores. Por su parte, piezas como In The Night o Swing The Heartache nos traen a los clásicos Bauhaus de ambientes opresivos y sonidos escapados de una película de terror de los años treinta. Aunque las dos joyas indiscutibles del álbum son The Three Shadows, composición dividida en tres partes en la que el grupo realiza toda una demostración de habilidad para retratar la desesperación. La otra canción clave es Spirit, uno de sus mayores éxitos en formato single, una curiosa declaración de amor y reverencia hacia sus fans, siempre entregados de brazos abiertos a las fantasmagóricas liturgias que representaban sus conciertos.


Un año después de publicarse The Sky’s Gone Out, la banda se separaba por diferencias entre Peter Murphy y el resto del grupo. La típica batalla de egos de toda la vida en el mundo del rock. Pero la historia no acabó aquí, pues en 1998 Bauhaus se reunió de nuevo para realizar una gira mundial y publicar un grandes éxitos y un álbum en directo, y lo mismo hicieron años más tarde, cual Ave Fénix, resurgiendo periódicamente de sus todavía calientes cenizas. Los señores oscuros siempre han esperado a sus seguidores con los brazos abiertos.

viernes, 20 de mayo de 2011

LOS INROCKUPTIBLES XI: VIAJANDO EN TREN POR EUROPA



De todos los padres que ha tenido la música electrónica, ninguno tiene tanto derecho a reclamar la patria potestad de ese género musical como los alemanes Kraftwerk. Es más, incluso hoy en día cualquier discjockey, músico o productor de música electrónica cae de rodillas y reverencia temblorosamente a estos cuatro teóricos de la música contemporànea, responsables de la mayoría de edad y la credibilidad de que gozaría el género años más tarde. Los primeros pasos de la banda, originaria de la ciudad de Dusseldorf, se sitúan a principios de los años setenta, pero no es hasta mediados de la década, de la mano de discos como Autobahn o Radio Activity, que consiguen despertar el interés del público. Su música, en apariencia gélida y robotizada, resulta difícil de consumir en medio de un panorama dominado por el heavy metal, el glam-rock y la música progresiva. Pendientes de clasificar aún, Kraftwerk deambulan en una especie de limbo que apenas les tiene en cuenta y que no sabe muy bien qué hacer con ellos.


Pero con la publicación en 1977 de Trans Europe Express, todo comienza a aclararse. El álbum tiene un sonido mucho más asequible que cualquier cosa que hubieran grabado antes, y se constituye en cabeza de puente entre su anterior sonido experimental y su posterior enfoque más orientado hacia el pop y la música de baile. Trans Europe Express es un álbum pionero, que se anticipó al advenimiento del tecno-pop y de los “nuevos románticos”, y que contribuyó como ninguna otra obra musical a extender un concepto europeo y continental de la música popular, en este caso orientado hacia la cibernética y la tecnología. Desde su propio título, Europa, sus mitos, su paisaje y sus gentes pueblan todo el disco, que en este aspecto cobra tintes auténticamente reivindicativos en contra del aplastante dominio de los formatos norteamericanos.


¿Pero qué podemos encontrar exactamente en Trans Europe Express? Pequeñas sinfonías futuristas que no obstante dejan entrever su amor por los compositores clásicos, música de cámara espacial, lirismo minimalista, anteproyectos de electro pop, y funk robotizado que presta especial atención a los ritmos sin descuidar en ningún momento la melodía y los sentimientos. En otras palabras: riza el rizo y demuestra que un tratamiento radicalmente electrónico en lo musical no es obstáculo para obtener un resultado superlativo en la faceta más puramente emocional. Tres temas ocupan la primera cara del vinilo original. La primera de ellas, Europe Endless, es precisamente un homenaje a la Europa del pasado y del futuro en clave de electrónica poética y un tratamiento del sonido del que luego serán deudores gente como Gary Numan, Vince Clarke, Depeche Mode u Orchestral Manouvres in the Dark. Las otras dos piezas, The Hall of Mirrors y Showroom Dummies, son deliciosos proyectos de electro pop cuya escucha nos enseña la tremenda importancia de Kraftwerk en el desarrollo de la música electrónica de posteriores décadas.


Pero sin duda la pieza maestra del álbum es la que le da título: Trans Europe Express, una apoteosis de funk electrónico y atmósferas inquietantes que incorpora voces robóticas, dub metalizado y, de nuevo otra vez, una visión entre romántica y esperanzada de Europa, en esta ocasión como escenario de un fascinante viaje a través de su querida aunque torturada geografía. En resumen, Trans Europe Express es un viaje iniciático a la prehistoria del techno, a una época en que componer melodías con un sintetizador todavía era experimentar, y en que conceptos como futurismo, robótica o tecnología aún estaban prácticamente por descubrir al gran público. Bienvenidos pues a este viaje alucinante. El tren está a punto de partir y el jefe de estación está llamando al pasaje. Acomódate en tu asiento y disfruta del placer de este periplo, uno de los más emocionantes y decisivos de toda la historia de la música rock.

jueves, 12 de mayo de 2011

SUEDE: LA GAMUZA METÁLICA



El mundo de la música rock suele vivir sus propias repeticiones cíclicas (o eso dicen). Lo hemos visto en innumerables ocasiones. Traigo a colación este hecho debido a la reciente actuación de los británicos Suede en el Festival Estrella Levante SOS4.8. Suede fue una de las bandas que bajo la dudosa e interesada etiqueta de "nuevo pop británico" o brit pop, asoló las listas de ventas europeas allá durante la primera mitad de los años 90, convirtiéndose en uno de los reyes indiscutibles de la música rock de aquella década.


En un momento en que la escena musical británica estaba dominada de manera tiránica por el acid-jazz, el trance y la música de baile, una nueva generación de jóvenes bandas (Suede, Blur, Oasis, Pulp, The Auters, etc.), caracterizadas por la recuperación de las viejas esencias del pop inglés, una imagen sensual y atractivamente ambigua y una actitud desafiante y provocadora, fueron durante algunos años el típico soplo de aire fresco que de vez en cuando necesita la música popular para regenerarse. Aquellos años se asemejaron a otro periodo de gran esplendor del pop vivido en la primera mitad de los años 70 gracias a las huestes de lo que se dio en llamar glam rock. Durante esos años (entre 1971 y 1974 más o menos), David Bowie, Marc Bolan, Gary Glitter, Slade o Sweet protagonizaron un hermoso ejemplo de cómo con canciones de tres minutos, una imagen espectacular y una gran identificación con su público pueden fabricarse composiciones inmortales que aún figuran en la memoria de muchas personas.


Suede, por su parte, fueron, a mi juicio, los alumnos aventajados de aquella irrepetible hornada. La banda del cantante Brett Anderson bebía de fuentes cercanas a Bowie, Marc Bolan o The Smiths y fue probablemente el producto más intelectual, artístico y rico de aquel “nuevo pop”. Arropado por el bajista Mat Osman, el batería Simon Gilbert y el guitarrista y compositor Bernard Butler (sustituido posteriormente por Richard Oakes), Anderson jugó inteligentemente sus bazas para lograr que su primer álbum, Suede (1993), fuera ya un auténtico éxito incluso antes de su publicación. El bombardeo mediático al que sometieron los Suede al público británico desembocó en la edición de un trabajo ágil y sinuoso cuyas canciones (Animal Nitrate, So Young, The Drowners) son fotocopias a color del Bowie más glamouroso de los 70´s.


Posteriormente, la publicación del increíble Dog Man Star (1994) supuso la constatación de que Suede volaban muy alto; desprendido ya su lastre referencial, los de Anderson produjeron un álbum en que la creatividad y la emocionalidad luchaban denodadamente para imponerse la una sobre la otra. Magistral por momentos, Dog Man Star auguraba grandes cosas para el futuro de la banda. Sin embargo, tras la edición de un digno Coming Up, la magia del grupo se fue diluyendo con obras como Head Music o A New Morning, y se separó poco después para revivir fugazmente de vez en cuando (en eso siguen actualmente).


Pero para el recuerdo quedan los ademanes escénicos de Anderson y su afectación interpretativa, su melancólico y elegante discurso vocal, la arquitectura musical amplia y espaciosa, contundente y nítida a la vez. Y, por encima de todo, el rastro de una estrella fugaz: el andrógino y torrencial Brett Anderson, un individuo arrogante y provocador pero dotado de una innegable inteligencia y la suficiente magia como para componer canciones que calaban hondo, que provocaban sensaciones y convulsiones, que irritaban y apaciguaban por igual. Canciones que quedan para el recuerdo y, aún hoy, mantienen su vigencia.

miércoles, 27 de abril de 2011

LOS INROCKUPTIBLES X: RATAS DE ALCANTARILLA




El movimiento punk original se desarrolló entre los años 1976 y 1979 más o menos, con su epicentro situado en el año 1977. Por entonces, una interminable lista de bandas formadas por desclasados sociales e indocumentados musicales se atrevió a intentar socavar los cimientos de la Gran Bretaña social y musical mediante canciones de corta duración, velocidad galopante, sonido sucio y brutal, y consignas contra el sistema. La ruptura generacional y estética del punk fue tan grande que por aquellos años prácticamente todo lo que se publicara y oliera a rock´n´roll era calificado como punk, aunque no concordara exactamente con las premisas establecidas por grupos como Sex Pistols, Damned o The Clash.



Eso fue lo que ocurrió con The Stranglers y su primer álbum, Rattus Norvegicus. Su música ruda y nerviosa, su actitud provocativa y sus conciertos junto a otras bandas contemporáneas hicieron que se les clasificara dentro del movimiento punk. Sin embargo, The Stranglers eran mucho más que eso, eran una banda destinada a inventar, innovar y subsistir mucho más allá de las limitadas expectativas de sus compañeros de generación. Su longeva y fructífera trayectoria así lo atestigua.



Rattus Novegicus se publicó en 1977. Grabado en apenas seis semanas, y precedido de la edición del single Get A Grip, el disco tuvo enseguida una calurosa acogida por parte del público y también de la crítica, que enseguida se dio cuenta de que estábamos ante una banda totalmente diferente a sus coetáneas. Musicalmente, el sonido de The Stranglers bebía de fuentes similares a las transitadas en su día por The Doors, por ejemplo, aunque envolvían sus canciones en una dureza formal que explicaba que muchas veces fuesen etiquetados como grupo punk. Una guitarra nerviosa e inquieta, una voz fuerte y correosa, un bajo omnipresente y unos teclados juguetones eran todo lo que necesitaban para obtener uno de los sonidos más inconfundibles del momento. Ya desde las primeras notas de Sometimes, el primer tema del álbum, está muy claro que no estamos ante un simple disco de punk rock de sonido sucio y estridente. Es más, una de las características de los cuatro miembros del grupo es que, sin ser grandes virtuosos, dominan sus instrumentos mucho más allá de los cuatro acordes de referencia de la mayoría de bandas coetáneas. Esa sensación se transmite a lo largo de todo el disco, en el que existen piezas sobresalientes como Goodbye Toulouse, Hanging Around, Peaches o Down In The Sewer. También a nivel temático The Stranglers van más allá que el resto de grupos contemporáneos. Hugh Cornwell, su líder y cantante, era profesor de literatura, y siempre mantuvo una gran capacidad para sintetizar y disparar sus dardos verbales hacia áreas como la política, el armamento nuclear, la educación, y otros temas comprometidos.



Rattus Norvegicus fue una auténtica sopresa en aquel 1977, uno de los discos de referencia del final de la década. Su frescura, su descaro y su poderío hicieron del disco uno de los modelos a seguir por parte de la siguiente hornada de bandas, las adscritas al fenómeno que se llamó “new wawe”, con un estilo más sofisticado que el punk pero con la semilla de la fiereza instalada en su seno. Bandas como Vibrators, XTC o Ultravox son en extremo deudoras de discos como Rattus Norvegicus. The Stranglers continuaron su carrera con vertiginosa celeridad gracias a otros discos como No More Heroes o The Raven, en los cuales su música continuó evolucionando a cada nueva grabación. Y aunque aquí en España nunca tuvieron un reconocimiento masivo, en Gran Bretaña lograron ser, en los años ochenta, el grupo que más singles había colocado en el Top Ten británico después de los Beatles. Así pues, disfruta de este disco histórico. Si no lo conoces, te aseguramos que estás ante un auténtico hallazgo. Palabra de estrangulador.

viernes, 1 de abril de 2011

MUDDY WATERS: WATIOS PARA LA MÚSICA TRISTE


Tras la situación de movilización general provocada por la Segunda Guerra Mundial, el blues siguió moviéndose. Y la principal revolución en el mundo del blues vino de la electrificación de la guitarra, instrumento emblemático del género. Sin embargo, hasta ese momento (años 40 del siglo XX) el blues continuó siendo una música marginal, apenas apta para los restringidos circuitos de música para negros. Por otro lado, las condiciones de vida para los negros en el Deep South siguían siendo duras, difíciles y peligrosas. Los negros habían participado en gran número en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, arriesgando y perdiendo sus vidas en los campos de batalla europeos en nombre de la libertad. Pero cuando regresaron a casa se encontraron los mismos problemas que abandonaron: explotación, racismo, discriminación... Los estados sureños seguían siendo un lugar de cruel presente y escasamente prometedor futuro, y muchos negros decidieron emigrar al norte industrial, dejando los campos de algodón y las plantaciones para buscar trabajos mas cualificados y supuestamente mas civilizados en las fábricas y cadenas de montaje de Nueva York, Detroit o Chicago.

A finales de la década, y sobre todo durante los años cincuenta, el blues se transforma en rhythm & blues, y el r&b alcanza un éxito comercial importante y un estatus inamovible y prestigioso como la música que dará origen mas adelante al rock'n'roll mediante la incorporación definitiva al blues del formato de pequeño grupo (sección rítmica, piano, un par de guitarras y una voz solista, mas algún que otro aditamento ocasional), la inyección masiva de fuertes dosis de ritmo sincopado y peleón, y la adopción de una temática urbana en la que el sexo y la violencia pasan a ser los referentes principales. Este cambio o transformación esencial en la historia del blues tendrá lugar en varias ciudades (Nueva York, Los Angeles, Houston, Memphis), pero su epicentro se sitúa sin lugar a dudas en Chicago, la Ciudad del Viento, una gran conurbación industrial que acoge en los años 40 una gran parte de la emigración negra procedente del sur y que, merced a la intervención providencial de sellos discográficos como Chess o Mercury, produjo la eclosión del r&b de la mano de algunos de los bluesman mas conocidos y legendarios de la historia.

El mas místico y representativo de todos aquellos músicos de nuevo cuño fue Muddy Waters (1915-1983, Rolling Fort, Mississippi), cuyo nombre real es McKinley Morganfield. Hablar de r&b en Chicago sin hacer mención de este antiguo trabajador agrario llegado a la Ciudad del Viento en los años 40 es poco menos que imposible. Su voz recia y cortante, su peculiar técnica con la slide-guitar y una impresionante colección de hits históricos (Hoochiecoochieman, Manish boy, Got my mojo working, Rollin'stone, Long distance call, ect.) apuntan a Muddy Waters como el bluesman mas influyente y decisivo de los años 50, tanto por ser prácticamente el primero en formar una banda estable e impresionante de blues eléctrico (integrada por Little Walter, Otis Spann, Baby Face Leroy Foster y Jimmy Rogers entre otros), como por ser el pilar fundamental en el cual se apoyará el rock y el r&b británico de los años sesenta. No estuvo solo Muddy Waters en la tarea de acercar la llama del r&b al mundo. En tan magna empresa le acompañan monstruos como John Lee Hooker, 0 Howlin'Wolf, que puede ser considerado tranquilamente como uno de los mejores cantantes de blues de todos los tiempos.

No obstante, no eran Waters, Hooker y Wolf los únicos que se movían en el territorio abrupto y mágico del rhythm & blues. Músicos de fantástica y rica trayectoria como Elmore James (cuya banda, The Broomdusters, podía competir sin complejo alguno con la de Muddy Waters), Sonny Boy Williamson II, Memphis Slim, Otis Rush e incluso un Bo Didley antes de dar sus primeros y exitosos pasos en el terreno del boogie-boogie y el rock, componían, junto a muchos otros mas, un grupo de artistas cuya calidad y trascendencia en la historia de la música del siglo XX todavía no han sido igualadas.

Pero Muddy Waters fue el primero de ellos. Y también el mejor. Por si tienes alguna duda, puedes comprobarlo en la serie de discos Live In Mississippi, cuatro discos en los que contó con la colaboración del tremendo guitarrista albino Jhonny Winter grabados entre 1977 y 1981, en los que demuestra la grandeza de una voz y un género de los cuales, y quizá sin saberlo, todavía somos deudores muchos de nosotros.

miércoles, 30 de marzo de 2011

PÁGINA EN FACEBOOK DE "TE ESCRIBIRÉ UNA CANCIÓN"


Como podéis ver, he creado un Facebook de mi novela, “Te escribiré una canción”. En dicha página, de momento, hay algunos comentarios y fotografías de la presentación del libro que se realizó en noviembre en la Biblioteca Municipal de Rubí. También he dejado un link a una entrevista que se realizó sobre la novela en el programa de Radio Rubí (http://www.radiorubi.fm/) “Rubí Or Not Rubí”. Como veo que dicho enlace ha tenido bastante aceptación, lo dejo aquí también, por si a alguien le pudiera interesar saber cómo se gestó la novela (lo de la gestación es casi literal: me llevó nueve meses escribirla), cómo son y qué papel tienen los personajes principales, conocer algunos de los muchos (y desconocidos) entresijos de la industria musical, y también saber qué papel juegan las canciones que encabezan cada capítulo (37). Ahí va el enlace; espero que lo disfrutéis:

lunes, 7 de marzo de 2011

LUZ VERDE: EN LLAMAS


Vivimos en una sociedad en la que lo que predomina es lo efímero, lo transitorio. En la que la cultura es tratada como una moda de temporada, y el arte no es más que una colección estacional en la cual los iconos se inventan y se desechan por inservibles con velocidad vertiginosa. También el mundo de la música sufre en su propia carne, cómo no, esa insufrible trivialización. Los artistas y los grupos emergen, triunfan y caen en un triste olvido en apenas meses, tras ser “producidos” en un laboratorio, inventados por multinacionales hambrientas de dinero fácil, creados en probetas en las que el marketing es el principal ingrediente de la fórmula del pretendido éxito.

Y sin embargo, la música, sigue siendo un arte, un vehículo para expresar emociones, sentimientos, para abordar historias de pérdidas y de hallazgos, de amor y desamor, de tristeza y de alegría, de vida y muerte. Al menos, muchas personas siguen creyendo a pies juntillas que esto sigue siendo así. Entre estas personas, por fortuna, se cuentan los cuatro componentes de Luz Verde, un grupo de origen venezolano aunque afincado en Barcelona cuyos orígenes se remontan a 1995 nada menos. Tras debutar discográficamente en el año 2000 con Cinema 0, en 2003 se trasladan a España, donde publican en 2004 Rocanrol, álbum seguido de un largo silencio de cuatro años, roto con la edición de Manual de buenas costumbres (2009), cuya continuación en 2010 es su última obra hasta la fecha, En llamas.

Integrado por Wilbert Álvarez y Carlos Mendoza a las guitarras y las voces, Pedro Misle en el bajo, y Eduardo Benatar en la batería (formación que ha permanecido estable desde sus inicios), Luz Verde es una banda cuya música es totalmente reacia a los laboratorios, el artificio, la afectación, los potenciadores de sabor y los conservantes sintéticos. Por contra, sus canciones no tienen edad cierta, pertenecen a un limbo atemporal en la que la palabra “moda” está proscrita, y el término “comercial” no tiene ninguna razón de ser. Luz Verde se dedican a la música rock. Rock de ayer y de hoy, y quizá de siempre. Un rock seco, conciso, abrupto, sin concesiones a la galería, alérgico a cualquier síntoma de puerilidad o chabacanería. Sus temas son cortos, precisos, trufados de guitarras recias y cortantes, de armonías vocales, sostenidos por una sección rítmica poderosa aunque orgánica. Son temas que rezuman sinceridad, que retratan historias, grandes y pequeñas, cuya credibilidad queda fuera de toda duda; historias que podrían haberle pasado a cualquiera de nosotros, y que seguramente (no, más bien con toda certeza) nos han pasado a todos nosotros, a aquellos que aman el rock bien compuesto y bien ejecutado, a los que (como ellos) no olvidan que la música popular tiene sus raíces, sus responsables y sus mitos.

Y eso se nota en sus canciones. En llamas es un disco que, más allá de su sonido afilado y actual, y de su instrumentación parca, sucinta y desnuda, posee un indudable bagaje histórico. Un bagaje que bucea y penetra profundamente en el inagotable patrimonio del mejor rock, del inmemorial hilo conductor que nace en Elvis Presley (homenajeado en el corte Vegas), sigue con los Rolling Stones, el pop-rock de los años sesenta y setenta, el rock de Detroit, el hard, el punk, el rock urbano, y así hasta la actualidad. Pues es actualidad también, a pesar de esas reconocibles referencias a su noble linaje, lo que destila En llamas, un álbum que se abre con una contundente Cenando con el Diablo (una implícita referencia a Hugo Chávez) y se cierra con una emotiva balada llena de flujos y reflujos como Resplandor. Entre ambos temas, frescas lonchas de rock inmemorial (El fin de la alegría, Solo solo, No es bueno verla), demostraciones de cómo combinar la contundencia y el buen gusto (La canción que desnuda, Mira hacia delante, Oscuridad), y canciones menos clasificables, un par de piedras semipreciosas que coronan el diseño final de esta pequeña joya como la pegadiza y nostálgica Historia personal, o el más brillante diamante del álbum: En llamas, pieza que da título al disco, un medio tiempo de glorioso estribillo y cálido desarrollo que envuelve al oyente en espirales de voces arrastradas y guitarras memorables.

Lo mejor de Luz Verde, y por supuesto de En llamas, es precisamente esa reivindicación de un legado y la convincente defensa que de él hacen. Antes comentaba que la música de Luz Verde no olvida sus raíces. Y por eso mismo, por su sinceridad y transparencia, sus canciones no deberían ser olvidadas. Todo lo contrario: merecen permanecer en el recuerdo y en la memoria de aquellos que las escuchan. Abajo lo insustancial. Muerte a la banalización. Y larga vida a las buenas canciones que nos hacen, a quienes las escuchamos, un poco más felices.

jueves, 17 de febrero de 2011

LOS INROCKUPTIBLES IX: TODAS LAS FIESTAS DE MAÑANA


Seguramente pocas veces la crítica musical se pronunciaría de forma tan unánime a la hora de ensalzar un disco. Nadie tiene la menor duda de que estamos ante una de esas obras que hacen historia, que abren horizontes, que traspasan fronteras. Y ese es el caso de The Velvet Underground & Nico, probablemente el disco más influyente de los últimos cincuenta años de música rock. Todo empezó en Nueva York. Allí, un compositor a sueldo llamado Lou Reed conoce al estudiante de conservatorio galés John Cale, y deciden formar una banda de rock. Rápidamente reclutan al resto del grupo: el guitarrista Sterling Morrison y la batería Maureen Tucker. Sus primeros pasos les sitúan en el circuito de locales de medio pelo de los diferentes barrios neoyorquinos, donde su música, árida y abrupta, encuentra un lento y tortuoso eco entre el escaso público que acude a verlos actuar.

Un buen día los ve actuar Andy Warhol, el gurú del pop-art. Warhol queda prendado de sus temas cortantes y agresivos, de sus letras explícitas, y de su aire desafiante. Enseguida decide hacerse su mánager, incluyéndolos en su espectáculo multimedia Exploding Plastic Inevitable, una performance que mezcla rock, danza contemporánea, poesía y proyecciones psicodélicas. Con este espectáculo consiguen hacerse un cierto nombre, pulen y engrasan su maquinaria sonora, y Lou Reed tiene tiempo de ir atesorando composiciones que, aunque él aún no lo sabe, van a pasar a la historia.

En 1966 deciden grabar su primer disco. No obstante, antes de ello Andy Warhol consigue que la banda incorpore a Nico, una cantante alemana que él también apadrina. A Lou Reed no le hace en principio mucha gracia, pero la gélida belleza de Nico pronto subyuga a todo el grupo, que acaba aceptándola en su seno, aunque con un papel ciertamente secundario. El propio Warhol es el encargado de producir el álbum y de diseñar la portada, una simple funda blanca con un plátano pelable que ha pasado también a la historia como símbolo del grafismo pop. Sin embargo, lo que rompe deifinitivamente con lo que se estaba haciendo en ese momento es el sonido. Mientras en Estados Unidos dominaban los grupos de la Costa Oeste, de aires calientes y bucólicos, The Velvet Underground pone sobre la mesa un sonido crudo y poderoso, crujiente, casi feísta. Ritmos monótonos, batallas entre las guitarras y la viola eléctrica de John Cale, letras despiadas y cortantes, experimentación, y una imagen fría y distante que les apartaba completamente de cualquier otra banda de la época.

Las canciones del disco, que pasó casi desapercibido en su momento, se han convertido con el paso de los años en piezas míticas de la historia del rock. Temas como I’m Waiting For My Man, Venus In Furs, All Tomorrow’s Parties o la legendaria Heroin siguen siendo hoy en día temas claves en el repertorio de Lou Reed y en el imaginario de cualquier buen aficionado al rock. Aunque las ventas fueron paupérrimas, pocos años después la influencia del álbum devino aplastante. The Velvet Underground fueron precursores del rock urbano, del punk, de la new wawe, del rock siniestro, y casi de cualquier estilo aparecido desde el principio de los años setenta. Entre los más acérrimos fans del grupo se pueden citar a figuras posteriores como David Bowie, Iggy Pop, Patti Smith o Bruce Springsteen, entre muchos otros.

Pero la historia no suele ser justa con los pioneros. El disco vendió muy pocos ejemplares, Lou Reed se peleó con Andy Warhol y echó a Nico del grupo, y la banda continuó su tormentosa carrera, ya como cuarteto, hasta su descomposición definitiva en 1970, momento en que Lou Reed dijo “basta” y emprendió su propia y también imprescindible carrera en solitario. Pero The Velvet Underground & Nico sigue sonando tan vigente hoy como en 1966. Se trata de música que no caduca, de canciones que perviven y se retroalimentan. En suma, de una gran, inmensa e incuestionable obra de arte.

lunes, 24 de enero de 2011

LAS PINTARRAJEADAS MUÑECAS DE NUEVA YORK


Una de las bandas de rock más legendarias, míticas, aclamadas y añoradas de la historia del rock es sin duda New York Dolls. No hay crítico o periodista musical que no los cite como una de las principales referencias del rock de los años setenta, como precursores del punk rock, como transgresores de la estética rock, como iconos del rock urbano y neoyorquino… Y eso que tan sólo publicaron dos álbumes: New York Dolls (1973, producido por Todd Rundgren), y Too Much Too Soon, de 1974; el resto son directos, descartes, reediciones, etc.

Pero es cierto que los Dolls tuvieron una agitada carrera. Su sonido sucio y urgente, su estética de travestidos degenerados, el paso de Malcolm McLaren por sus filas como manager (llegó a hacerles tocar vestidos de cuero rojo y con una bandera comunista de fondo… ¡en Estados Unidos!), en fin, todo ello contribuyó a edificar una leyenda que aún hoy perdura: la de unos salvajes visionarios que se adelantaron a su tiempo y cuyo bagaje musical y trágica trayectoria posterior (sólo dos de sus componentes siguen vivos) les hacen formar parte, y en un lugar destacado, del panteón de la música rock con todos los honores.

En los New York Dolls militó el gran Johnny Thunders, y también los baterías Jerry Nolan y Billy Murcia, y el bajista Arthur Kane, todos ellos fallecidos. Y también formaron parte del grupo el cantante David Johanssen y el guitarrista Silvayn Sylvain, los dos componentes que justo ahora anuncian nuevo disco (el tercero tras su reunificación en 2004) y gira correspondiente. Nada original, seguramente, y por supuesto lejos de la sensación de peligro y transgresión que su música y su imagen transmitían hace más de 35 años.

Pero por suerte la música siempre queda grabada. Así que no los conoces muy bien y no sabes quiénes eran los Dolls, agénciate cualquiera de sus dos discos oficiales de los setenta. Comprobarás que canciones como Personality Crisis, Vietnamese Baby, Trash, Jet Boy, Babylon o Looking For A Kiss siguen siendo tremendos pedazos de rock anfetamínico y visceral, trallazos de adrenalina nerviosa que subvertían los cánones del rock americano de aquellos años; el andamiaje primario sobre el que más tarde se construyó el efímero edificio del punk rock. En dos palabras, im-prescindibles.

martes, 11 de enero de 2011

LOS INROCKUPTIBLES VIII: UNA NACIÓN DE MILLONES


El hip-hop, como cualquier estilo musical, tiene su vertiente bullangera y banal, aunque a estas alturas está claro que no es en absoluto una música descerebrada. Con el tiempo hemos visto cómo se desarrollaban una serie de grupos que tomaban el hip-hop como plataforma de su música para aplicarse a la tarea de descubrir nuevos territorios y nuevas vías de expresión artística. Pero hay un grupo que sobresale por haber elevado el rap a la categoría de estilo musical artístico y por ser una de las bandas más creativas y revolucionarias de los años ochenta y noventa. Se trata de Public Enemy, un colectivo singular que se ha erigido en principal impulsor de la credibilidad de los músicos de rap. Public Enemy son autores de una de las más impresionantes trayectorias discográficas de la música del siglo XX, una trayectoria en la que destaca especialmente su segundo álbum, It Takes A Nation Of Millions To Holds Us Back.

El sonido de Public Enemy es una sucesión ininterrumpida de ritmos trepidantes, frecuencias graves de corte monolítico, scratches asesinos, bucles caóticos de samplers, efectos sonoros explícitos, y dos voces que planean sobre todo este caos sonoro para perseguirse a lo largo de todo el disco mientras lanzan al aire feroces consignas, amenazas latentes, cantos a la rebelión y a la toma de conciencia por parte de la población negra, y odas al antimaterialismo y a la solidaridad.

It Takes A Nation Of Millions To Hold Us Back (publicado en 1988) es un álbum mastodóntico, apocalíptico y absolutamente imprescindible en cualquier discoteca moderna. Composiciones memorables como Countdown To Armageddon, Bring The Noise, Don´t Believe The Hype, Louder Than A Bomb, Caught, Can I Get A Witnes, o Rebel Wihtout A Pause salpican el disco como emulsiones de vitriolo incandescente, con unos Chuck D y Flavour Flav, los cantantes de la banda, en contínua erupción de rabioso magma, y un Terminator X que con sus platos explora terrenos desconocidos a la búsqueda de abismos insondables y frecuencias homicidas. Además, el álbum es un titánico compendio de música negra en el que asoma el blues, el rock, el jazz y el funk, eventrados de forma irreverente por estos alquimistas del estudio de grabación, que presumen también de ejercer de mosca cojonera del sistema político y social estadounidense con sus contínuas denuncias, críticas y acusaciones. Precisamente la cuestión de los estudios de grabación se convierte en fundamental con It Takes A Nation Of Millions To Hold Us Back, para el cual la nómina de productores del grupo incluye a Eric Vietnam Sadler, que junto con Hank Shocklee y su hermano Keith pasarán a conformar el equipo de productores de plantilla de Public Enemy, bautizado como The Bomb Squad (a los que se unirá más adelante Gary G-Wiz), un comando de terroristas del sonido capaces de realizar sangrantes atentados con cualquier melodía que se les ponga a mano.

Lo repito: It Takes A Nation Of Millions To Holds Us Back es un álbum imprescindible, como toda la obra en general de Public Enemy, uno de los principales estímulos del desarrollo de una nueva conciencia para los negros norteamericanos, un auténtico huracán de aire fresco en la opresiva atmósfera de los convencionalismos y lugares comunes en que nos vemos diariamente inmersos. ¿Un ejemplo? Este fragmento del tema Louder Than A Bomb:

“Aunque vivo la vida de un residente, conozco los planes del Presidente. Su personal corrupto intervino mi teléfono. Me acusan de ser dañino porque hago más ruido que una bomba”.

lunes, 3 de enero de 2011

CANTAR ES CASI HUMANO


Siempre he asociado las fiestas navideñas con música, desde que era un crío. Cuando (por fin) terminan, el recuerdo que me queda de ellas es siempre el de su banda sonora, el de los discos que he estado escuchando esos días en que sueles tener algo más de tiempo que de costumbre.Repasando lo escuchado estos días, veo que la banda sonora de estas fiestas ha estado compuesta por Depeche Mode (The Singles 86-98), Krishna Das (un cantante de mantras tibetanos de voz increíble), Roxy Music (un directo del año 79), Stranglers (otro directo, este del año 80), y mucho Elvis.

Me refiero al Elvis de los años 70, y a sus conciertos. Al Elvis de los trajes apretados llenos de lentejuelas y rostro abotargado; al de los movimientos de karateka y los chistes contados entre canciones. Al Elvis que durante esos años, desde su vuelta a los escenarios en 1969 hasta su muerte en 1977, dejó tras de sí un reguero de impresionantes actuaciones en vivo, en las que su voz prodigiosa alcanzó su máxima excelencia, su rendimiento más óptimo, el punto álgido de su capacidad de transmisión.

Sé que ese periodo de la carrera de Elvis está lleno de tópicos y prejuicios. Y deseo recomendar a todo aquel que los siga teniendo que los deje a un lado, y se acerque a escuchar alguno de esos conciertos para comprobar hasta qué punto un cantante puede dominar su voz y emocionar al que escucha hasta límites insospechados. Para ello, recomiendo, de entre su discografía oficial, álbumes como In Person At The International Hotel (agosto de 1969), Elvis As Recorded At Madison Square Garden (junio de 1972), o Elvis Recorded Live On Stage In Memphis (marzo de 1974). Los tres son impresionantes demostraciones de fuerza vocal y escénica, más vibrante y básica la primera, más íntima y elegante la segunda, desatada y dominante la tercera.

Pero para aquel que quiera profundizar todavía más, que busque por Internet y se haga con algunos conciertos de esos años en los que Elvis y su impresionante banda (encabezada por el guitarrista James Burton y el batería Ronnie Tutt) incendiaban escenarios día a día, noche tras noche, sesión tras sesión. Entre ellos, buscad The Power Of Shazam (noviembre de 1971), The Hampton Road Concerts (abril de 1972), Elvis Back With A Bang (marzo de 1975) o A Hot Winter’s Night! (diciembre de 1976). En todos ellos (y en muchos más conciertos, seguro), se puede apreciar lo dicho anteriormente: el por qué Elvis fue tan grande, y cómo su voz ha sobrevivido en el tiempo a través de las décadas para recordarnos que cantar canciones es una actividad en el que cuerpo, mente y espíritu se unen para lograr momentos imborrables. Pruébalo; no te arrepentirás.