lunes, 22 de febrero de 2010

PLÁTANOS Y CREMALLERAS


Hoy se cumplen veintitrés años de la muerte de Andy Warhol, artista e ideólogo contracultural y creador del “pop-art”, que dejó para la posteridad obras e imágenes de marcado tinte iconográfico como sus retratos coloreados (quizá los más famosos sean los de Marilyn Monroe y Elvis Presley), su esfuerzo por elevar a la categoría de objeto artístico fragmentos banales de la vida cotidiana, y algunas portadas de discos de rock que han pasado a la posteridad (sobre todo el primer álbum de Velvet Underground, pero también el Sticky Fingers de los Rolling Stones).

Pintura, música, literatura, cine… nada escapaba al escrutinio de Warhol, un tipo verdaderamente listo y provocador que engullía todo lo que observaba a su alrededor para regurgitarlo después en forma de fetiche artístico. Impulsor del colectivo artístico Factory, arraigado en un local del mismo nombre, Warhol se fue dando a conocer paulatinamente en los años sesenta, trabajando junto a colaboradores como Gerard Malanga o Billy Ilich. Warhol abrió su área de interés a multitud de corrientes artísticas (en su seno acunó a seres tan dispares como La Monte Young, Paul Morrissey, Candy Darling o Lou Reed), iniciando una desquiciada carrera hacia el estrellato en la que jugó el rol de pintor, cineasta, diseñador, escritor y editor de una revista de modas. El objetivo declarado era estar en la boca de todos, ser famoso aunque sólo fuera durante 15 minutos.

Para él posaron Mick Jagger, Carolina de Mónaco, Elizabeth Taylor, Michael Jackson, el sha de Persia, Silvester Stallone, Brigitte Bardot o Liza Minelli, entre otros. Publicó libros de filosofía del consumismo y el esplendor urbano. Fue editor de la revista de moda Interview. Fue manager (por un corto periodo de tiempo, eso sí) de The Velvet Underground, a quienes diseñó la celebérrima portada del plátano amarillo para su primer disco (The Velvet Underground & Nico).

Precisamente de su relación con la banda seminal de Lou Reed nace la relación más directa de Warhol con el mundo de la música (luego vinieron sus devaneos con Jagger y los Stones, a quienes diseñó su célebre logotipo con los labios y la lengua). Warhol apadrinó al grupo y produjo su primer disco (del cual dibujó, cómo no, su mítica portada), incluyendo en él a la cantante alemana Nico. La colaboración con Warhol reportó a la banda un cierto prestigio entre los circuitos intelectuales gracias al espectáculo Exploding Plastic Inevitable, una performance multidisciplinar en que los Velvet tocaban sus canciones de drogas, sexo y muerte mientras se proyectaban películas y varios bailarines desarrollaban danzas de tinte sadomasoquista.

No obstante, pronto la relación entre Lou Reed y John Cale por un lado, y Warhol por otro, se agrió y se deterioró hasta que el grupo voló por su cuenta. Muchos años después, tras la muerte del artista, ambos publicaron un álbum de homenaje titulado Songs For Drella, quizá el más sentido y apetitoso homenaje (al menos musical) que jamás un artista contemporáneo haya recibido por parte de un músico. Songs For Drella es un disco profundamente conmovedor, nostálgico y hermoso, que describe la vida y milagros del famoso artista plástico. De una de las canciones de ese álbum, Open House, rescato un fragmento de su letra como último y particular homenaje de mi parte:

Mi piel es pálida como la luna al aire libre,

de plata es mi pelo, como un reloj Tiffany.

Llévame hasta la Luna,

Llévame hasta una estrella.

Pero no hay estrellas en el cielo de Nueva York,

todas están en el suelo.

martes, 9 de febrero de 2010

CUENTOS DEL CIELO DEL ROCK AND ROLL (XVI)


Apollo Theatre, Glasgow, Escocia, 9 de julio de 1976. La expectación es máxima en el viejo teatro escocés. No en vano los miles de asistentes que se agolpan en su interior están a punto de comprobar si lo que van a ver es una resurrección o un entierro definitivo, pues Genesis van a tocar por primera vez sin que su carismático cantante Peter Gabriel esté delante del micrófono. La incertidumbre, la rumorología, el boca a boca, circulan a sus anchas entre los asientos del local, preparado para desvelar, de una vez por todas, la gran incógnita.

Cuando Peter Gabriel deja Genesis a finales de 1975, todo el mundo da por muerta a la banda. Y no es para menos, pues Gabriel era considerado como el líder indiscutible y el impulsor creativo del grupo. Sin embargo, hay cuatro personas que no están de acuerdo en dar por finiquitada a la banda: el resto de sus componentes. Phil Collins, Tony Banks, Steve Hackett y Mike Rutherford se conjuran contra los hados y los elementos y se encierran en unos estudios de grabación para componer nuevo material ante la incredulidad de propios y extraños.

Enseguida surge la gran pregunta: ¿quién va a ser el nuevo cantante? Después de algunas probaturas y muchos dimes y diretes, el grupo anuncia una decisión arriesgada y sorprendente: Phil Collins, hasta ahora batería y segunda voz de la banda, será el sustituto de Peter Gabriel. La incredulidad es general hasta que a primeros de 1976 Genesis publica su nuevo álbum: A Trick Of The Tail, un disco no sólo a la altura del pasado del grupo, sino también digno de todo tipo de elogios y parabienes por méritos propios. La segunda ecuación que se despeja es qué ocurre con los conciertos en directo, qué formación van a presentar ante su público. Genesis se saca otro conejo de la chistera: fichan a Bill Bruford, ex batería de Yes y King Crimson, ocupándose Collins de la voz solista y también de los tambores en los interludios instrumentales de sus largas y complejas composiciones.

El tour comienza en Canadá y Norteamérica en marzo de 1976, pero no llega a Europa hasta el verano. Los nuevos shows presentan una ambiciosa y acertada combinación de las piezas de su nuevo disco como Squonk, Dance On A Volcano o Los Endos, y la recreación de muchos de las canciones más conocidas del grupo como The Carpet Crawlers, I Know What I Like o Firth Of Fifth, entre otras. La ocurrencia de poner a Phil Collins como cantante solista, cuestionada en un principio, se revela rápidamente como acertada. Collins, que en su adolescencia fue actor teatral, tiene un timbre de voz bastante similar al de Gabriel, menos dúctil y variado, pero sumamente eficaz.

El concierto (más tarde publicado bajo el título de Seconds Out)refleja a la perfección la majestuosidad y el liricismo de la música de Genesis. El sonido, limpio y diáfano como una estatua de cristal, muestra la mejor versión de unos músicos excelsos empeñados en demostrar al mundo que no dependían, como muchos habían creído, de su carismático y huido cantante para ser grandes de verdad. La limpidez de la guitarra de Hackett, los mayestáticos teclados de Tony Banks, el esforzado voluntarismo de Collins y la auténtica lección de ritmo que el mismo Collins y Bruford dan durante todo Seconds Out hacen de este concierto una pieza imprescindible. Sin duda, uno de los mejores discos en directo jamás grabados.

El resto de la historia es ya conocida. Steve Hackett dejó el grupo en 1977 (tras la publicación de Wind & Wathering), y a partir de entonces Genesis dejaron de ser Genesis, comercializaron su sonido y se acercaron al pop y a la radiofòrmula hasta no ser más que una sombra de lo que fueron. Pero dejaron este fragmento de rebeldía ante un incierto destino, una muestra de orgullo herido ante t6odos (y fueron muchos) los que vendieron su piel antes de haberlos cazado. Y eso siempre les honrará.