Existe un tipo de grupos que vienen siendo reivindicados asiduamente por la música electrónica moderna. Se trata de bandas como Depeche Mode, Human League, Heaven 17 o Erasure, los líderes del movimiento que vino a llamarse tecno-pop allá por los primeros años de la década de los 80. Estas formaciones supieron dotar a la música electrónica de una comercialidad bien entendida de la que los grupos de música electrónica posteriores han dado buena cuenta. Pero sin duda, ninguna de estas bandas ha desarrollado una trayectoria tan fructífera y decisiva como Depeche Mode, verdaderos padres del tecno-pop y paradigma de cómo conjugar calidad, innovación y grandes niveles de ventas.
Depeche Mode iniciaron su carrera a principios de los ochenta. Tras un par de álbums en los que la comercialidad y la búsqueda del hit inmediato eran los principales ingredientes, con la publicación de Construction Time Again en 1983 la música del grupo adquiere madurez y equilibrio, y sus bases sonoras quedan ya perfectamente integradas. Intrincadas aunque machaconas bases rítmicas, melodías de teclado de clara tendencia pop aunque de sonoridad futurista, y una voz, la de David Gahan, que ejerce de hilo conductor de su apuesta musical, son las armas con las que la banda presenta sus credenciales en el asalto a la primera división del pop internacional. Álbum tras álbum, la carrera de Depeche Mode registró una ascensión meteórica, con discos como Some Great Reward, Blank Generation o Music For The Masses como puntos álgidos. Pero para muchos de sus fans y de la crítica musical, fue Violator el trabajo en que el grupo alcanzó su cenit creativo.
Violator fue publicado en 1990, a caballo entre dos décadas, y supone el paso hacia un sonido definitivamente maduro, más oscuro y escueto, y en ocasiones casi minimalista. Se trata de una obra coherente, que multiplica los vasos en que bebe el grupo para inspirarse musicalmente, y que no obstante tuvo un éxito apoteósico que les llevó a ser por primera vez número uno en Estados Unidos gracias al single Personal Jesus. A pesar de la evolución experimentada por su música, seguían obteniendo un reconocimiento generalizado como incontestables gurús de las pistas de baile.
Además de Personal Jesus, tema que incluía el uso de guitarra eléctrica en un grupo que amaba los sintetizadores, las cajas de ritmo y las percusiones electrónicas, Violator incluía otras muchas joyas en forma de canción. Entre ellas, destaca poderosamente la pieza que abre el disco, World In My Eyes, un prodigio de elegancia, sensibilidad y riqueza melódica que causa la rendición incondicional del oyente ya en la primera escucha del disco. Pero también es necesario mencionar temas como Sweetest Perfection, Enjoy The Silence o el dramático Policy Of Truth, todo un estallido de sensaciones encontradas e imaginación desbocada. Punto culminante de su trayectoria y antesala de una extensa y agotadora gira por todo el mundo antes de un merecido descanso, Violator es la mejor muestra de que el debate entre el hombre y la máquina en el ámbito artístico estaba ya por entonces obsoleto.
Contra lo que algunos fundamentalistas puedieran pensar, en la música electrónica no existe nada que empañe una canción o un disco, salvo su calidad; el uso de alta tecnología y de sofisticados artefactos tecnológicos no resta mérito alguno a una composición interesante u original. No manda la máquina, sino la persona, sobre todo en una música, como la de Depeche Mode, que en gran parte está orientada al aspecto más corporal y físico de la audición musical: el baile. Independientes artística y comercialmente, Depeche Mode supo ver este extremo y llevarlo hasta sus últimas consecuencias, y Violator es el más claro ejemplo de esa apuesta que aún hoy sigue siendo plenamente vigente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario