Hoy se cumplen veintitrés años de la muerte de Andy Warhol, artista e ideólogo contracultural y creador del “pop-art”, que dejó para la posteridad obras e imágenes de marcado tinte iconográfico como sus retratos coloreados (quizá los más famosos sean los de Marilyn Monroe y Elvis Presley), su esfuerzo por elevar a la categoría de objeto artístico fragmentos banales de la vida cotidiana, y algunas portadas de discos de rock que han pasado a la posteridad (sobre todo el primer álbum de Velvet Underground, pero también el Sticky Fingers de los Rolling Stones).
Pintura, música, literatura, cine… nada escapaba al escrutinio de Warhol, un tipo verdaderamente listo y provocador que engullía todo lo que observaba a su alrededor para regurgitarlo después en forma de fetiche artístico. Impulsor del colectivo artístico Factory, arraigado en un local del mismo nombre, Warhol se fue dando a conocer paulatinamente en los años sesenta, trabajando junto a colaboradores como Gerard Malanga o Billy Ilich. Warhol abrió su área de interés a multitud de corrientes artísticas (en su seno acunó a seres tan dispares como La Monte Young, Paul Morrissey, Candy Darling o Lou Reed), iniciando una desquiciada carrera hacia el estrellato en la que jugó el rol de pintor, cineasta, diseñador, escritor y editor de una revista de modas. El objetivo declarado era estar en la boca de todos, ser famoso aunque sólo fuera durante 15 minutos.
Para él posaron Mick Jagger, Carolina de Mónaco, Elizabeth Taylor, Michael Jackson, el sha de Persia, Silvester Stallone, Brigitte Bardot o Liza Minelli, entre otros. Publicó libros de filosofía del consumismo y el esplendor urbano. Fue editor de la revista de moda Interview. Fue manager (por un corto periodo de tiempo, eso sí) de The Velvet Underground, a quienes diseñó la celebérrima portada del plátano amarillo para su primer disco (The Velvet Underground & Nico).
Precisamente de su relación con la banda seminal de Lou Reed nace la relación más directa de Warhol con el mundo de la música (luego vinieron sus devaneos con Jagger y los Stones, a quienes diseñó su célebre logotipo con los labios y la lengua). Warhol apadrinó al grupo y produjo su primer disco (del cual dibujó, cómo no, su mítica portada), incluyendo en él a la cantante alemana Nico. La colaboración con Warhol reportó a la banda un cierto prestigio entre los circuitos intelectuales gracias al espectáculo Exploding Plastic Inevitable, una performance multidisciplinar en que los Velvet tocaban sus canciones de drogas, sexo y muerte mientras se proyectaban películas y varios bailarines desarrollaban danzas de tinte sadomasoquista.
No obstante, pronto la relación entre Lou Reed y John Cale por un lado, y Warhol por otro, se agrió y se deterioró hasta que el grupo voló por su cuenta. Muchos años después, tras la muerte del artista, ambos publicaron un álbum de homenaje titulado Songs For Drella, quizá el más sentido y apetitoso homenaje (al menos musical) que jamás un artista contemporáneo haya recibido por parte de un músico. Songs For Drella es un disco profundamente conmovedor, nostálgico y hermoso, que describe la vida y milagros del famoso artista plástico. De una de las canciones de ese álbum, Open House, rescato un fragmento de su letra como último y particular homenaje de mi parte:
Mi piel es pálida como la luna al aire libre,
de plata es mi pelo, como un reloj Tiffany.
Llévame hasta la Luna,
Llévame hasta una estrella.
Pero no hay estrellas en el cielo de Nueva York,
todas están en el suelo.
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