lunes, 21 de junio de 2010

POLICÍAS Y AGUIJONES


Leo en Internet que Sting visitará Bilbao, Madrid y Barcelona en el mes de octubre para repasar todos (¿todos cuántos son?) sus grandes éxitos junto a la Royal Philharmonic Orchestra, dirigida por Steven Mercurio, en el seno de una gira mundial cuyo nombre genérico es "Symphonicity". El ex líder de The Police actuará el 27 de octubre en Bilbao, mientras que los conciertos de Madrid y Barcelona tendrán lugar los días 29 y 30 de octubre, respectivamente. Vamos, que Sting está de reformas y ha decidido darle un barniz clásico a sus composiciones para seguir estando en el candelero (¿o era candelabro?). Lo cual me lleva a recordar los buenos viejos tiempos en que el británico irrumpió junto a The Police, revolucionando la escena musical de aquel momento con una propuesta arriesgada y novedosa.

Corría el año 1978. El punk se desdoblaba y mutaba a la espera del ruidoso final de Sex Pistols y la evolución de bandas como The Clash o The Stranglers. Las huestes del heavy metal y el rock sinfónico se encuentran en franca retirada cuando no a dos metros bajo tierra. En estas, un trío de músicos bregados y curtidos, todos ellos teñidos de rubio, inventa la siguiente revolución de la música rock y son proclamados como la nueva gran esperanza: The Police emergen al mundo. Y nada fue ya como antes.

Sting, Andy Summers y Stewart Copeland eran excelentes instrumentistas que provenían del mundo del jazz y el rock progresivo. Pero, listos ellos, sabían de sobra que con ese bagaje no iban a ir a ningún lado en la Gran Bretaña enfebrecida por el punk. El trío decide enmascarar sus proezas musicales con el barniz del punk rock. Pero rápidamente se dan cuenta de que han subido a ese barco demasiado tarde, cuando ya los Pistols y otras bandas pioneras del género se están empezando a descomponer. Ni cortos ni perezosos, renuevan otra vez su ajuar musical, incorporan trazos del pop británico de toda la vida y algunas gotas de reggae y otros ritmos caribeños. El resultado de todo ello es Outlando’s d’Amour. El álbum, desde sus primeras notas, estaba destinado a arrasar todo el planeta. Outlando’s d’Amour es básico, nervioso y elegante. Un torrente de rock anfetamínico salpicado de pop y reggae y aderezado con algunos temas que hace más de tres tres décadas que han pasado a la historia. Mientras que otros trabajos suyos posteriores contenían música más trabajada y ambiciones poco contenidas, el disco de debut de The Police es desde su primera escucha una auténtica patada en los altavoces de cualquier equipo estéreo.

Directo, visceral, consistente y casi simple, el disco es una batidora que funciona a dos millones de revoluciones por minuto, una centrifugadora de estilos y géneros abordados con una frescura y un descaro simplemente desconocidos por aquellos años. Sin un ápice de relleno, sin canciones cosidas con hilo de pescar, Outlando’s d’Amour rompe y rasga el universo rock de 1978 como pocos discos lo han logrado hacer nunca. La fiesta se abre con Next To You, uno de los temas más punk del álbum, y se cierra con Masoko Tanga, un delirio de world music a ritmo de vértigo. En medio de estas dos canciones, un torrente de creatividad, fiebre, estribillos memorables y ritmos insospechados. Buenas muestras de ello son composiciones como Hole In My Life, Truth Hits Everybody, o Be My Girl – Sally, sorprendentes, inusuales, espectaculares incluso. Pero por encima de todo, y sin desmerecer ni mucho menos al resto del disco, tres canciones destacan poderosamente en el debut discográfico de The Police: la melódica I Can’t Stand Losing You, infecciosa y pegajosa como pocas, la sutil e inolvidable So Lonely, y por supuesto, el tema por el cual el grupo será recordado por los siglos de los siglos: Roxanne, la inmensa, incomparable historia de una prostituta marginal con la cual el trío llegó al cielo del rock and roll en tan sólo tres minutos y doce segundos. Impresionante.

El resto de la historia del grupo es bien conocida. Continuaron cosechando éxitos con discos como Reggatta de Blanc o Zenyatta Mondata, y temas como Message In A Bottle, Walking On The Moon o Every Breath You Take. Pero la historia la comenzaron a escribir con Outlando’s d’Amour. Una obra maestra llena de energía, pasión y adrenalina. De creatividad y de lucidez. Pero sobre todo, de grandes, colosales, enormes canciones de rock y de pop. Unos años después, la banda se descompuso y Sting inició una carrera en solitario bastante irregular, llena de altibajos y piruetas no siempre bien comprenddidas, que llega hoy a este estucado veneciano llamado "Symphonicity".

Así que te recomiendo que te agencies Outlando's d'Amour, regreses a 1978 y déjate llevar. Seguro que luego no querrás regresar al presente.

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