lunes, 24 de enero de 2011

LAS PINTARRAJEADAS MUÑECAS DE NUEVA YORK


Una de las bandas de rock más legendarias, míticas, aclamadas y añoradas de la historia del rock es sin duda New York Dolls. No hay crítico o periodista musical que no los cite como una de las principales referencias del rock de los años setenta, como precursores del punk rock, como transgresores de la estética rock, como iconos del rock urbano y neoyorquino… Y eso que tan sólo publicaron dos álbumes: New York Dolls (1973, producido por Todd Rundgren), y Too Much Too Soon, de 1974; el resto son directos, descartes, reediciones, etc.

Pero es cierto que los Dolls tuvieron una agitada carrera. Su sonido sucio y urgente, su estética de travestidos degenerados, el paso de Malcolm McLaren por sus filas como manager (llegó a hacerles tocar vestidos de cuero rojo y con una bandera comunista de fondo… ¡en Estados Unidos!), en fin, todo ello contribuyó a edificar una leyenda que aún hoy perdura: la de unos salvajes visionarios que se adelantaron a su tiempo y cuyo bagaje musical y trágica trayectoria posterior (sólo dos de sus componentes siguen vivos) les hacen formar parte, y en un lugar destacado, del panteón de la música rock con todos los honores.

En los New York Dolls militó el gran Johnny Thunders, y también los baterías Jerry Nolan y Billy Murcia, y el bajista Arthur Kane, todos ellos fallecidos. Y también formaron parte del grupo el cantante David Johanssen y el guitarrista Silvayn Sylvain, los dos componentes que justo ahora anuncian nuevo disco (el tercero tras su reunificación en 2004) y gira correspondiente. Nada original, seguramente, y por supuesto lejos de la sensación de peligro y transgresión que su música y su imagen transmitían hace más de 35 años.

Pero por suerte la música siempre queda grabada. Así que no los conoces muy bien y no sabes quiénes eran los Dolls, agénciate cualquiera de sus dos discos oficiales de los setenta. Comprobarás que canciones como Personality Crisis, Vietnamese Baby, Trash, Jet Boy, Babylon o Looking For A Kiss siguen siendo tremendos pedazos de rock anfetamínico y visceral, trallazos de adrenalina nerviosa que subvertían los cánones del rock americano de aquellos años; el andamiaje primario sobre el que más tarde se construyó el efímero edificio del punk rock. En dos palabras, im-prescindibles.

martes, 11 de enero de 2011

LOS INROCKUPTIBLES VIII: UNA NACIÓN DE MILLONES


El hip-hop, como cualquier estilo musical, tiene su vertiente bullangera y banal, aunque a estas alturas está claro que no es en absoluto una música descerebrada. Con el tiempo hemos visto cómo se desarrollaban una serie de grupos que tomaban el hip-hop como plataforma de su música para aplicarse a la tarea de descubrir nuevos territorios y nuevas vías de expresión artística. Pero hay un grupo que sobresale por haber elevado el rap a la categoría de estilo musical artístico y por ser una de las bandas más creativas y revolucionarias de los años ochenta y noventa. Se trata de Public Enemy, un colectivo singular que se ha erigido en principal impulsor de la credibilidad de los músicos de rap. Public Enemy son autores de una de las más impresionantes trayectorias discográficas de la música del siglo XX, una trayectoria en la que destaca especialmente su segundo álbum, It Takes A Nation Of Millions To Holds Us Back.

El sonido de Public Enemy es una sucesión ininterrumpida de ritmos trepidantes, frecuencias graves de corte monolítico, scratches asesinos, bucles caóticos de samplers, efectos sonoros explícitos, y dos voces que planean sobre todo este caos sonoro para perseguirse a lo largo de todo el disco mientras lanzan al aire feroces consignas, amenazas latentes, cantos a la rebelión y a la toma de conciencia por parte de la población negra, y odas al antimaterialismo y a la solidaridad.

It Takes A Nation Of Millions To Hold Us Back (publicado en 1988) es un álbum mastodóntico, apocalíptico y absolutamente imprescindible en cualquier discoteca moderna. Composiciones memorables como Countdown To Armageddon, Bring The Noise, Don´t Believe The Hype, Louder Than A Bomb, Caught, Can I Get A Witnes, o Rebel Wihtout A Pause salpican el disco como emulsiones de vitriolo incandescente, con unos Chuck D y Flavour Flav, los cantantes de la banda, en contínua erupción de rabioso magma, y un Terminator X que con sus platos explora terrenos desconocidos a la búsqueda de abismos insondables y frecuencias homicidas. Además, el álbum es un titánico compendio de música negra en el que asoma el blues, el rock, el jazz y el funk, eventrados de forma irreverente por estos alquimistas del estudio de grabación, que presumen también de ejercer de mosca cojonera del sistema político y social estadounidense con sus contínuas denuncias, críticas y acusaciones. Precisamente la cuestión de los estudios de grabación se convierte en fundamental con It Takes A Nation Of Millions To Hold Us Back, para el cual la nómina de productores del grupo incluye a Eric Vietnam Sadler, que junto con Hank Shocklee y su hermano Keith pasarán a conformar el equipo de productores de plantilla de Public Enemy, bautizado como The Bomb Squad (a los que se unirá más adelante Gary G-Wiz), un comando de terroristas del sonido capaces de realizar sangrantes atentados con cualquier melodía que se les ponga a mano.

Lo repito: It Takes A Nation Of Millions To Holds Us Back es un álbum imprescindible, como toda la obra en general de Public Enemy, uno de los principales estímulos del desarrollo de una nueva conciencia para los negros norteamericanos, un auténtico huracán de aire fresco en la opresiva atmósfera de los convencionalismos y lugares comunes en que nos vemos diariamente inmersos. ¿Un ejemplo? Este fragmento del tema Louder Than A Bomb:

“Aunque vivo la vida de un residente, conozco los planes del Presidente. Su personal corrupto intervino mi teléfono. Me acusan de ser dañino porque hago más ruido que una bomba”.

lunes, 3 de enero de 2011

CANTAR ES CASI HUMANO


Siempre he asociado las fiestas navideñas con música, desde que era un crío. Cuando (por fin) terminan, el recuerdo que me queda de ellas es siempre el de su banda sonora, el de los discos que he estado escuchando esos días en que sueles tener algo más de tiempo que de costumbre.Repasando lo escuchado estos días, veo que la banda sonora de estas fiestas ha estado compuesta por Depeche Mode (The Singles 86-98), Krishna Das (un cantante de mantras tibetanos de voz increíble), Roxy Music (un directo del año 79), Stranglers (otro directo, este del año 80), y mucho Elvis.

Me refiero al Elvis de los años 70, y a sus conciertos. Al Elvis de los trajes apretados llenos de lentejuelas y rostro abotargado; al de los movimientos de karateka y los chistes contados entre canciones. Al Elvis que durante esos años, desde su vuelta a los escenarios en 1969 hasta su muerte en 1977, dejó tras de sí un reguero de impresionantes actuaciones en vivo, en las que su voz prodigiosa alcanzó su máxima excelencia, su rendimiento más óptimo, el punto álgido de su capacidad de transmisión.

Sé que ese periodo de la carrera de Elvis está lleno de tópicos y prejuicios. Y deseo recomendar a todo aquel que los siga teniendo que los deje a un lado, y se acerque a escuchar alguno de esos conciertos para comprobar hasta qué punto un cantante puede dominar su voz y emocionar al que escucha hasta límites insospechados. Para ello, recomiendo, de entre su discografía oficial, álbumes como In Person At The International Hotel (agosto de 1969), Elvis As Recorded At Madison Square Garden (junio de 1972), o Elvis Recorded Live On Stage In Memphis (marzo de 1974). Los tres son impresionantes demostraciones de fuerza vocal y escénica, más vibrante y básica la primera, más íntima y elegante la segunda, desatada y dominante la tercera.

Pero para aquel que quiera profundizar todavía más, que busque por Internet y se haga con algunos conciertos de esos años en los que Elvis y su impresionante banda (encabezada por el guitarrista James Burton y el batería Ronnie Tutt) incendiaban escenarios día a día, noche tras noche, sesión tras sesión. Entre ellos, buscad The Power Of Shazam (noviembre de 1971), The Hampton Road Concerts (abril de 1972), Elvis Back With A Bang (marzo de 1975) o A Hot Winter’s Night! (diciembre de 1976). En todos ellos (y en muchos más conciertos, seguro), se puede apreciar lo dicho anteriormente: el por qué Elvis fue tan grande, y cómo su voz ha sobrevivido en el tiempo a través de las décadas para recordarnos que cantar canciones es una actividad en el que cuerpo, mente y espíritu se unen para lograr momentos imborrables. Pruébalo; no te arrepentirás.