martes, 14 de abril de 2009

CUENTOS DEL CIELO DEL ROCK AND ROLL (IX)


Londres, teatro Hammersmith Odeon, 18 de noviembre de 1975. Algo extraordinario está a punto de suceder, pues cierto músico estadounidense se apresta a acceder a la eternidad, al cielo del rock and roll. Ni él ni los miles de seguidores que se apiñan en el vetusto teatro londinense lo saben aún, pero hoy es el día en que Bruce Springsteen va a ofrecer su primer concierto en Europa. Hoy es el día en que Bruce Springsteen se va a convertir en leyenda.

El concierto fue parte del esfuerzo de Columbia Records para promocionar el álbum Born to Run en el Reino Unido y en Europa después del éxito cosechado en Estados Unidos. Una ingente cantidad de publicidad acompañó a estas primeras actuaciones europeas del cantante de New Jersey, especialmente el concierto de Londres, famoso por la reacción de Springsteen y por la publicación de pósters previos que proclamaban: "Finalmente Londres está preparado para Bruce Springsteen & The E Street Band." El concierto del Hammersmith Odeon es el órdago definitivo de Springsteen, el sonido de la incandescencia, la entrega, el fuego, la poesía. Representa la actitud y la ambición de un líder y una banda, la E Street Band, capaces de incendiar Londres con sus canciones de lucha y amistad, de amor y odio, de lamentos nocturnos maullados en los límites de la oscuridad, de secretos recónditos e inconfesables guardados en el más siniestro y negro rincón de las almas de personajes que luchan simplemente por sobrevivir.

Los medios británicos recibieron al norteamericano con una expectación inusitada. El hombre que intentó colarse en la mansión de Elvis Presley saltando la valla, tras publicar tres discos, era el centro de atención de la música rock en todo el planeta. La nueva promesa, el nuevo mesías, la nueva esperanza blanca. Como un solo hombre, la banda asalta el escenario mientras suenan los primeros acordes de Thunder Road, y con esas primeras y solitarias notas de piano y armónica, en apenas unos segundos todos los presentes supieron que ese día, ese 18 de noviembre del año 75, iba a suceder algo muy grande.

Aunque el rock es el género básico del que se nutren las canciones de Bruce Springsteen, el boss nunca ha renegado de otras fuentes estilísticas que han sido fundamentales a la hora de establecer los parámetros por donde se mueve su música. El soul de los años 50 y 60 también penetró en su corazón a muy tiernas edades, y lo mismo se puede decir del pop británico, el blues y el folk. Todo ese bagaje, todas las horas y tardes de luz huidiza pasadas escuchando a Elvis, a Sam Cooke, o a Bob Dylan, son exhibidos esa noche a partir de la cual Springsteen será el depositario de todas las esperanzas de aquellos a los que enamoraba la música rock. En Londres, Estados Unidos, Nueva Zelanda o Singapur. En todas y cada una de las partes del mundo.

¿El repertorio del concierto? Un Born To Run interpretado casi en su totalidad, un breve paseo por sus dos anteriores discos, y como siempre una fugaz aunque jugosa estancia en la mejor tradición del rock, el soul y el folk americanos. Una tórrida demostración de poder, de carisma, de entrega. Una lección del hombre que mejor ha retratado en la historia de la música las calles de la gran ciudad y las miles de pequeñas historias que se tejen en el interior de sus viviendas, en las vidas privadas de sus habitantes, en sus acongojados y vacilantes corazones. El hombre que supo escribir retratos humanos como este:

Todos tienen un secreto, Sonny,
algo que simplemente no pueden afrontar.
Algunos se pasan la vida intentando ocultarlo;
Y lo cargan a cada paso que dan
hasta que un día se lo arrancan,
se lo arrancan o dejan que les arrastre,
a donde nadie te hace preguntas
o te mira a la cara por demasiado tiempo,
en la oscuridad de los límites de la ciudad.

Un respeto al "jefe".

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