viernes, 10 de julio de 2009

LA MANO QUE MECE LA CUNA


La semana pasada corrió la noticia de la muerte a los 77 años de Allen Klein, empresario y antiguo manager de pesos pesados como Beatles, Rolling Stones o John Lennon en solitario, y entre cuyos “manajeados” se encuentran artistas como Sam Cooke, Bobby Darin, The Animals, The Kinks, Chuby Checker y unos cuantos más.


Klein se hizo famoso en los años sesenta y setenta por ser el primer representante genuino del manager tiburón, solía maniobrar para quedarse con los derechos de autor de las composiciones de sus representados, y por representar un paso más en la evolución de la figura del manager en la historia de la música rock, suponiendo una progresión tirando hacia lo dantesco y lo mafioso de la figura paternalista del coronel Tom Parker (manager de Elvis Presley) o Andrew Loog Oldhman (el primitivo representante de los Stones).


En el mundo de la música popular, la figura del manager siempre ha ostentado un halo maléfico, tirando hacia lo odioso, asociada a manejos turbios, presiones, estafas, chantajes, etc. Gente como Klein fue uno de los que más peso tuvieron a la hora de perfilar dicha figura, luego corregida y aumentada por tipos como Peter Grant (Led Zeppelin), y que tuvo su expresión más paroxística en la persona de Malcolm Maclaren, manager de New York Dolls y Sex Pistols, un personaje incendiario y provocador que devino más importante en algunos aspectos que sus propios pupilos.


Managers, directores de giras, editores, jefes de publicidad… La música pop se ha alimentado de sus leyendas, zarcillos pegajosos de una industria compleja y poco bienintencionada, dedicada a exprimir a músicos y artistas para alimentar egos y arcas propios.

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