Repasando el calendario he visto que tal día como ayer, nueve de septiembre (pero de 1941) nació Otis Redding, uno de los genios de color de la música pop y soul de los años sesenta, trágicamente desaparecido cuando en 1967 se estrelló el avión en el que viajaba a dar uno de sus conciertos.
Otis Redding fue sin discusión una de las voces más sugerentes y emocionales que jamás dio la música negra. Influido en un principio por el estilo volcánico y alocado de Little Richard, Redding se convirtió a mediados de los sesenta en la más rutilante estrella del firmamento del soul sureño estadounidense. Precisamente, poco antes de su muerte acababa de arrasar en el Festival de Monterrey ante un público eminentemente rockero, y hacía escasas semanas que había grabado Sittin’ In The Dock Of The Bay, su tema más recordado y ejemplo de su manera de enfrentarse a las baladas: un torrente de fuerza y genio que se deshacía en delicadezas y suspiros cuando la ocasión lo requería.
Pero dos años antes de eso, el gran Otis publicó Otis Blue, sin duda un hito artístico y comercial del cantante de Georgia, con el cual logró su cumbre artística y también la del sello discográfico para el que grababa, Stax Volt. Unos años antes, Otis emigró de Georgia a Memphis y fichó por la pequeña discográfica que por entonces ni siquiera soñaba con hacer sombra a la todopoderosa Tamla Motown, el imperio discográfico de Berry Gordy radicado en Detroit.
En el sello Stax, Redding encontró un grupo de músicos de sesión liderados por Isaac Hayes y Booker T. Jones. La química entre todos ellos fluyó de una manera tan excepcional que muy pronto se habló del mítico “sonido Stax”. Ese sonido estaba basado en simples pero efectistas fondos de teclados, guitarras juguetonas y una sección de viento absolutamente demoledora que punteaba y respondía a los susurros o los alaridos del cantante. Sin arreglos de cuerda ni coros, parco en elementos pero de una efectividad emocional tremenda, el sonido Stax se fue definiendo hasta alcanzar su techo precisamente con Otis Blue.
Cima indiscutible de un estilo y una sensibilidad, Otis Blue es primeramente un instrumento comunicativo de primera magnitud, más allá de idiomas y contextos. En el disco podemos encontrar éxitos de todos los tiempos como Respect, popularizada años después por Aretha Franklin, o la tremenda balada I’ve Been Loving You Too Long, dos muestras inmortales del tremendo talento compositivo de Redding, a pesar de que sus conocimientos musicales se circunscribían a rudimentarias habilidades con la guitarra y el piano.
Pero no importaba. Otis tenía un talento intuitivo enorme, una sensibilidad artística a flor de piel con la que era capaz de enfrentarse a cualquier cosa, incluida una fantástica versión del Satisfaction de los Rolling Stones que hizo suya de tal manera que en Estados Unidos muchos creyeron que era él el verdadero autor de la legendaria canción. Otis Blue guarda un perfecto equilibrio entre tempos medios y rápidos, entre huracanes de sonido tórrido y encendido, y remansos llenos de arrullos y caricias. En resumen, es una catarsis emocional cuyo hilo conductor es una voz de trueno que conmociona por su camaleónica capacidad para pellizcar los resortes apropiados del alma humana.
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