Leeds, Inglaterra, 14 de febrero de 1970. Cuatro de los mejores músicos de directo de la historia del rock están a punto de pisar el escenario de la universidad local. Cinco mil personas se amontonan en el pabellón, cuyo ambiente está electrizado, saturado de tensa expectación. No son todavía conscientes de que están a punto de presenciar algo irrepetible y maravilloso, el que para muchos es el mejor concierto de rock de toda la historia.
Durante la década de 1960, The Who se consolidaron como uno de los grupos más imprescindibles del rock británico, en ardua lucha con otras bandas como Beatles, Rolling Stones o Kinks. Tras su debut en 1965 y el éxito inmediato de temas como My Generation, Happy Jack o Magic Bus, el cuarteto británico tocó el cielo en 1969 con la publicación de su ópera rock Tommy y su aparición en el Festival de Woodstock. Tanta notoriedad alcanzó Tommy que incluso mucha gente llegó a pensar que ese era el nombre del grupo.
Precisamente para sacudirse de encima toda la expectación y el tinglado adyacente que se había formado en torno a Tommy, The Who decidieron recuperar su viejo repertorio para su nueva gira inglesa y dedicarse a lo mejor que sabían hacer: arrasar escenarios. Su leyenda de banda poderosa e insuperable en el escenario queda totalmente expuesta en este concierto, una tremenda y salvaje demostración de su increíble poder escénico. Una demostración que afortunadamente quedó grabada para la posteridad.
La voz enérgica y poderosa de Roger Daltrey, la guitarra sabia y recia de Pete Townshend, la impagable labor de John Entwistle al bajo, y el incansable batir de la percusión de Keith Moon, se transmutan en este concierto en mágicas fuerzas elementales cuya fortaleza y determinación explotan ante la atónita mirada de los espectadores. Nada puede parar esta apoteosis de ritmo y furia, y nadie lo desea. Al contrario, cuando uno termina de escuchar este disco, exhausto, ahíto, rendido a sus pies, sólo puede suplicar un poco más, una nueva canción, otra ráfaga de energía que atesorar como un imborrable recuerdo.
El repertorio de Live At Leeds, el CD que inmortaliza esa noche irrepetible, es una acertada combinación de algunos de sus éxitos de siempre como Heaven And Hell, I Can’t Explain, Substitute, o una extraordinaria versión de My Generation de quince minutos de duración; algunas versiones de ryhthm and blues y rock’n’roll repletas de intensidad como Young Man Blues o Shakin’ All Over, y cómo no, Tommy en todo su esplendor y complejidad.
La calidad del sonido es perfecta, la ejecución de los temas, de una entrega ejemplar, la respuesta del público, cercana al paroxismo y a la estupefacción ante la avalancha sonora que les estaba cayendo encima. Nunca The Who sonaron más directos, más contundentes, más mentalizados de que, de alguna manera, estaban haciendo historia. Fiel reflejo de las impresionantes prestaciones de la banda sobre un escenario, Live At Leeds es un artefacto imprescindible e irrepetible. La apoteosis de un grupo en la cumbre de su potencia y su creatividad, uno de esos conciertos de los que treinta o cuarenta años después la gente que asistió todavía comenta: “yo estuve allí”.
Realmente lo tuyo es pasión por la música, está muy bien el blog, pero ya no suena la música.
ResponderEliminarUn saludo,
Es cierto. Cambié el playlist pero no sé qué le pasa que no corre bien. Prometo que esta semana lo arreglo.
ResponderEliminarGracias!
ResponderEliminarEntre el playlist y el browser tienes trabajo :-)