Este 2009 se cumplirán 30 años de la publicación de London Calling de The Clash, uno de los discos sobre los cuales casi todo el mundo se ha puesto siempre de acuerdo en calificar como uno de los mejores de la historia de la música rock. Siempre ha sido difícil realizar un listado sistemático de los mejores discos de la historia del rock. Pero sin duda uno de los que generarían mayor consenso sería este tercer álbum de The Clash, uno de los grupos emblemáticos de la explosión del punk rock y baluarte del rock comprometido social y políticamente.
En inglés, la palabra Clash puede traducirse por choque, conflicto o enfrentamiento. Y, en sus inicios, esa era precisamente la sensación que despertaba la música de la banda: punk urgente y desesperado plagado de soflamas antisistema, denuncias políticas y antiamericanismo. Con estos ingredientes, fabricaron dos discos bastante bien recibidos, aunque tras la publicación del segundo ellos mismos se dieron cuenta de que podían acabar en un callejón sin salida estilístico si no incorporaban nuevos elementos a su bagaje musical.
En inglés, la palabra Clash puede traducirse por choque, conflicto o enfrentamiento. Y, en sus inicios, esa era precisamente la sensación que despertaba la música de la banda: punk urgente y desesperado plagado de soflamas antisistema, denuncias políticas y antiamericanismo. Con estos ingredientes, fabricaron dos discos bastante bien recibidos, aunque tras la publicación del segundo ellos mismos se dieron cuenta de que podían acabar en un callejón sin salida estilístico si no incorporaban nuevos elementos a su bagaje musical.
Por suerte, The Clash siempre habían estado abiertos a otras músicas y eran mucho más cosmopolitas que otros compañeros de generación. Así pues, decidieron que el punk necesitaba hacer turismo y revolcarse en playas y parajes ajenos para renovarse. La música caribeña, el reggae y el interminable legado de la música negra procedente de Estados Unidos fueron los principales caladeros en los que faenaron para acometer la grabación de su tercer disco.
London Calling se publicó como un doble disco (el vinilo, ¿recuerdas?) que se vendía al precio de uno sólo. No contentos con eso, mostraron un grado de inspiración, eclecticismo y rebeldía que pocas veces se ha visto en la música rock. Ya desde su misma portada, London Calling anuncia una tormenta sonora, un derroche de energía y una carga de creatividad pocas veces igualada.
En London Calling, The Clash se dedican a reinventar, reciclar y proponer nuevas vías para el rock de los años ochenta, que ya estaba a la vuelta de la esquina. En el doble álbum podemos encontrar punk más o menos evolucionado, rock clásico, reggae, ska, soul, y, sobre todo, música absolutamente atemporal. The Clash tuvieron, además, la virtud de acercarse a toda esta retahila de influencias y estilos sin complejos, con la mente bien abierta y una buena dosis de comercialidad bien entendida. Comercialidad que es perfectamente visible en canciones como Lost In The Supermarket, The Guns Of Brixton, Revolution Rock o Spanish Bombs, un divertido alegato contra la Guerra Civil española. Pero no se quedaba ahí la genialidad del disco, pues éste estaba repleto de temas memorables, cada uno un mundo en sí mismo. Desde la pieza que abre el disco y le da título al tema final, Train In Vain, London Calling es una inagotable fuente de hits que únicamente demanda para su disfrute de una actitud abierta por parte del oyente. Eso sí, la satisfacción está garantizada.
Un año después, intentaron repetir la jugada con Sandinista, un triple álbum tan o más ecléctico que el anterior, aunque su nivel global no alcanzara las cotas de excelencia logradas por London Calling. Pero no importaba. The Clash eran ya intocables, y la prueba es que la escucha del álbum, treinta años después de ser publicado, es tan satisfactoria como lo era entonces. Creativos, independientes y comprometidos con su tiempo, The Clash han perdurado como ejemplo de integridad y firmeza, como paradigma de banda que, mediante la música, analiza y expone los problemas sociales de su época. Muy pocos pueden decir lo mismo. Y ahí reside, en buena parte, su grandeza.
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