Hoy cumple cincuenta y tres años John Lydon, más conocido hace treinta años por Johnny Rotten. Sí, es el ex-cantante de Sex Pistols, la banda que en su día conmocionó como nadie lo había hecho nunca los cimientos de la industria del disco y la sociedad británica.
De todos los cambios y revoluciones que ha vivido la música rock desde su nacimiento en los años cincuenta, ninguno tuvo tantas consecuencias, tanto a nivel musical como ideológico, como el punk rock. El punk sacudió la conciencia de toda una generación, escandalizó al establishment político, mediático y musical de la época, y trazó una gruesa línea divisoria entre lo que se estaba haciendo hasta ese momento y lo que se hizo a partir de entonces. Fue, repito, una auténtica revolución en toda regla. Y la mayor parte de la responsabilidad hay que achacársela precisamente a los Sex Pistols.
La historia comienza aproximadamente en 1976. Una grave crisis económica recorría el Reino Unido y el resto de Europa. La juventud de aquellos años parecía condenada al desempleo y a la carencia de horizontes de futuro. Musicalmente, la generación que tenía entre 16 y 20 años no se sentía representada por los artistas dominantes: las bandas veteranas que provenían de los años 60 como Rolling Stones o Who, los dioses del heavy metal como Led Zeppelin o Deep Purple, y la avanzadilla del llamado rock sinfónico, con grupos como Yes o Genesis. En este contexto nacen a mediados de la década numerosas bandas prácticamente amateurs que ensayan en garajes y que tienen una preparación musical casi nula. Una de ellas es Sex Pistols, un combo formado por cuatro perdedores sin futuro que construyen un rock básico y furibundo con apenas cuatro acordes pero con una agresividad y una urgencia que pronto les hace destacar de entre toda la nueva hornada.
Ahora bien, ¿cuándo comenzó el punk? Musicalmente sus orígenes se remontan a grupos como Velvet Underground, The Stooges o New York Dolls, pero en cuanto a actitud, iconografía y filosofía, comienza cuando unos imberbes Sex Pistols intervienen en un programa de televisión y en menos de dos minutos sueltan tal cantidad de tacos e insultos que el programa es suspendido y su presentador, despedido. A partir de ese momento, su leyenda crece como la espuma. Los componentes del grupo, comandado por Johnny Rotten y Sid Vicious, ven cómo sistemáticamente sus primeros singles (Anarchy In The UK, God Save The Queen o Pretty Vacant) son censurados, vetados y criticados por la prensa, los políticos y los músicos más veteranos.
La virulencia de los ataques, no obstante, no les arredra. Entre escándalos, prohibiciones y giras llenas de incidentes, los Sex Pistols tienen tiempo de grabar el que será su único álbum: Never Mind The Bollocks, un rugido cortante y provocador interpretado con la furia que otorga la auténtica desesperación. Ellos saben que no durarán, que el tiempo se les acabará rápido, que están destinados a ser flor de un día. Pero esa flor aún conserva, treinta y dos años después de su publicación, todo el aroma de rebelión y desafío que desprendía en 1977. Never Mind The Bollocks contenía originalmente doce canciones, doce puñetazos en el estómago interpretados espasmódicamente con una virulencia sin precedentes. Más que un disco, es un grito, el grito de aquellos que carecen de esperanza, de futuro e incluso de conciencia de la importancia de lo que estaban haciendo.
En su veloz camino hacia la autodestrucción, los Sex Pistols aún tuvieron tiempo de publicar unos pocos singles más hasta su autoinmolación en 1978. En realidad, un único álbum más media docena de singles y algunos descartes configuran toda la obra de la banda. Su efímera existencia es en buena medida paradigma del fenómeno punk. Tan rápido como vino se fue, aunque sus secuelas todavía perduran, tanto que aún hoy todavía está vigente una pregunta que todos hemos oído en múltiples ocasiones: ¿dónde estabas tú en el 77? Ellos, los Sex Pistols, estaban donde siempre estuvieron: en el mismo ojo del huracán.
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